El limbo, en el contexto tradicional, se refiere específicamente al “Limbo de los Infantes”. Se pensaba que era un estado o lugar de existencia naturalmente feliz, pero sin la visión beatífica de Dios, reservado para aquellos infantes que morían sin recibir el bautismo y, por lo tanto, aún cargaban con el pecado original.
Se destaca que la teoría del limbo, a la que ha recurrido la Iglesia durante muchos siglos para hablar de la suerte de los niños que mueren sin Bautismo, no encuentra ningún fundamento explícito en la revelación, aunque haya entrado desde hace mucho tiempo en la enseñanza teológica tradicional. También se destaca que no hay ninguna mención del limbo en la liturgia, mientras que se han introducido los funerales para los niños muertos sin Bautismo, que son confiados por la Iglesia a la misericordia de Dios. Si bien consciente de que el medio normal para alcanzar la salvación en Cristo es el Bautismo, la Iglesia espera que existan otras vías para conseguir el mismo fin. Puesto que, por su encarnación, el Hijo de Dios se ha unido en un cierto modo a todo ser humano, y puesto que Cristo ha muerto por todos y la vocación última del hombre es efectivamente una sola, la divina, la Iglesia sostiene que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de ser asociados, del modo que Dios conoce, al misterio pascual.
Discusión teológica
Sobre la suerte de los niños muertos sin el bautismo entran “en tensión” dos doctrinas bíblicas fundamentales: la voluntad salvífica universal de Dios y la necesidad del Bautismo sacramental para la salvación. En efecto, dicha necesidad parecería limitar la extensión de la voluntad salvífica universal de Dios. Hay que esclarecer entonces el tipo de “necesidad” del Bautismo. En realidad, ésta es de “segundo orden” en relación a la necesidad absoluta, para la salvación final de todo ser humano, de la acción salvífica de Dios por medio de Jesucristo. El Bautismo sacramental es necesario, porque es el medio ordinario mediante el cual una persona participa de los efectos benéficos de la muerte y resurrección de Jesús.
Cambios en el entendimiento
El Concilio de Florencia (1438-1445) declaró que aquellos que mueren en pecado original (sin pecado personal) descendían al infierno, pero no sufrirían el mismo castigo que aquellos que mueren en pecado mortal. Este no es el infierno de los condenados, sino un estado diferente: lo que más tarde se conceptualizaría como el «limbo».
Siglo XXI – La Iglesia Católica y el Limbo
En 2007, la Comisión Teológica Internacional del Vaticano publicó un documento titulado “HAY UNA ESPERANZA DE SALVACIÓN PARA LOS NIÑOS MUERTOS SIN EL BAUTISMO”. Si bien no negó la posibilidad del limbo, el documento sostuvo que hay razones teológicas y litúrgicas para esperar que los infantes que mueren sin bautismo sean admitidos en la beatitud. Esto no es una declaración definitiva, pero refleja un cambio en la comprensión y enfatiza la misericordia y la justicia de Dios te invitamos a profundizar este documento dando clic aquí.