La Catequesis, como el proceso de madurar y de educar en la fe al discípulo misionero por medio de un conocimiento profundo y sistemático del mensaje de Cristo, no está exenta de riesgos; y en ocasiones, la vulnerabilidad de los catecúmenos/catequizandos puede ser explotada. En este contexto, la misión de evangelización se ve amenazada por actos inapropiados que dañan la integridad de las personas, empañan la imagen de la Iglesia, sobre todo, ofenden la misión encomendada por el mismo Cristo. Al mismo tiempo el papel del Catequista es percibido como una persona de referencia que ejerce cierta forma de autoridad; por ello, es imperativo desarrollar y poner en práctica “medidas” (a corto plazo) y “estrategias” (a largo plazo) que aseguren un ambiente protegido y sano en la Catequesis, fortaleciendo no solo la confianza
en este proceso formativo, sino también reafirmando el compromiso de ese caminar, en el que se implementan medidas en la Iglesia para el bienestar y seguridad de todos sus fieles, especialmente de los menores y adultos vulnerables.
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