6 octubre,2024
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Domingo 9 Durante el año: REFLEXIÓN DOMINICAL EN CLAVE ECOLÓGICA – Ciclo B

En este domingo 9 Durante el año, somos llamados a reflexionar sobre nuestro papel como custodios de la Creación, y sobre la relación profunda que compartimos con la Creación. Las lecturas bíblicas nos invitan a un compromiso renovado con el cuidado de nuestra casa común, recordándonos que el descanso sabático es también un respiro para la tierra y todos sus habitantes. Profundicemos con los siguientes elementos que la liturgia de la Palabra nos ofrece en este Dia del Señor:

PRIMERA LECTURA

La lectura del Deuteronomio 5, 12-15 nos invita a reconocer la importancia del descanso y la santificación del séptimo día como un mandamiento divino que no solo nos beneficia a nosotros, sino también a toda la Creación. Al observar el día de descanso, no solo renovamos nuestras fuerzas físicas y espirituales, sino que también permitimos que la tierra y los seres vivos que dependen de ella tengan un respiro. Este mandato nos recuerda que nuestra relación con la Creación debe ser de respeto y cuidado, reconociendo el valor íntimo de todos los seres y el equilibrio natural que Dios ha establecido. Al abstenernos de trabajar en el día de reposo, también honramos a Dios al cuidar de la tierra, evitando la explotación excesiva de sus recursos y dando espacio para la regeneración de los ecosistemas.

Además, el descanso del sábado se extiende a todos los miembros de la comunidad, incluyendo a los esclavos y a los animales, subrayando la igualdad y la justicia en el cuidado de la Creación. Este aspecto del mandamiento nos enseña que el bienestar de toda la Creación está interconectado; cuando cuidamos de los más vulnerables y de los animales, también estamos cuidando del entorno natural en el que vivimos.

SALMO RESPONSORIAL 

El Salmo Responsorial 80,3-8a. 10-11b nos invita a cantar con júbilo al Señor, que es nuestra fuerza, y esta exhortación se convierte en una poderosa inspiración para el cuidado de la Creación, nuestra casa común. La alegría y la alabanza que expresamos en el canto reflejan nuestra gratitud por los dones de la naturaleza que Dios nos ha dado. Al entonar cánticos y tocar instrumentos, celebramos la belleza y la riqueza del mundo natural, recordándonos nuestra responsabilidad de proteger y preservar estos dones. La música y la fiesta, en luna nueva y llena, simbolizan los ciclos naturales y el ritmo de la Creación, animándonos a vivir en armonía con estos ritmos, respetando los tiempos de siembra y cosecha, descanso y trabajo, para mantener el equilibrio ecológico.

La referencia a la liberación de Egipto y el recordatorio de que Dios quitó el peso de nuestras espaldas nos enseña que, así como Dios nos liberó de la esclavitud, nosotros también debemos liberar a la tierra de la opresión y la explotación. No tener dioses extraños ni adorar a dioses extranjeros implica que debemos rechazar las prácticas que ponen en riesgo la salud del planeta por el afán de lucro o la comodidad. Nuestra adoración al único Dios verdadero se manifiesta en el cuidado y respeto hacia toda la Creación. Cuidar la casa común es una expresión de nuestra fe, un acto de gratitud y alabanza al Señor, nuestra fuerza. Así, “cantemos con júbilo al Señor, que es nuestra fuerza”, nos comprometemos a ser custodios responsables del mundo que Él nos ha confiado.

SEGUNDA LECTURA

La lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a los cristianos de Corinto 4, 6-11 nos ofrece una profunda reflexión sobre la relación entre la luz divina y nuestra responsabilidad como cuidadores de la Creación. Dios, que hizo brillar la luz en medio de las tinieblas, ha hecho brillar su luz en nuestros corazones, revelándonos la gloria de Dios reflejada en el rostro de Jesucristo. Esta luz nos llama a ser testigos y custodios de la Creación, reconociendo la belleza y la santidad del mundo natural como un reflejo de la gloria divina. Al llevar este tesoro en recipientes de barro, se nos recuerda nuestra fragilidad y nuestra dependencia de Dios, así como la fragilidad de la naturaleza que nos rodea. Debemos cuidar de la tierra con humildad y reverencia, conscientes de que el poder para protegerla y restaurarla no proviene de nosotros, sino de Dios.

El Apóstol san Pablo nos muestra que, a pesar de las dificultades y los sufrimientos, llevamos en nuestro cuerpo los sufrimientos de la muerte de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nosotros. Este mensaje nos anima a perseverar en el cuidado de la Creación, incluso cuando enfrentamos desafíos y adversidades. Al igual que nosotros estamos atribulados, perplejos y perseguidos, la tierra también sufre por la explotación y la degradación. Sin embargo, no debemos desesperar ni abandonar nuestra misión. Al cuidar de la Creación, manifestamos la vida de Jesús en nuestra carne mortal, mostrando al mundo que la esperanza y la redención son posibles. Nuestra tarea es reflejar la luz de Cristo en nuestras acciones diarias, promoviendo prácticas sostenibles y justas que honren a Dios y protejan la integridad de nuestra casa común.

EVANGELIO

El Evangelio según San Marcos 2, 23-3, 6 nos presenta a Jesús enseñándonos que el sábado, y por extensión todas las leyes y normas, deben servir para el bienestar humano y la creación. Jesús, al permitir que sus discípulos arrancaran espigas en sábado y al sanar a un hombre con la mano paralizada, subraya que hacer el bien y salvar vidas es más importante que seguir ciegamente las reglas. Esta enseñanza se aplica al cuidado de la Creación: nuestras acciones deben priorizar la preservación y el bienestar de la naturaleza. Así como Jesús desafió las interpretaciones restrictivas de la ley para aliviar el sufrimiento humano, nosotros también debemos desafiar prácticas y sistemas que dañan la tierra y sus ecosistemas, buscando siempre el bien mayor y la salud de nuestro planeta.

El gesto de Jesús de sanar en sábado destaca que el amor y la compasión deben guiar nuestras acciones. Del mismo modo, en nuestra relación con la Creación, debemos actuar con amor y responsabilidad, cuidando de la tierra como un acto de servicio y reverencia hacia Dios. La sanación del hombre con la mano paralizada simboliza la restauración y el cuidado que debemos brindar a nuestro entorno natural, reconociendo que somos responsables de su bienestar. Al extender nuestra mano para sanar la tierra, reflejamos el poder sanador de Cristo y cumplimos con nuestro llamado a ser cuidadores de la Creación. Al enfrentar la dureza de los corazones y la indiferencia hacia la degradación ambiental, estamos invitados a actuar con valentía y determinación, promoviendo la justicia ecológica y el amor por la casa común.

A MODO DE CIERRE

Inspirados por las lecturas bíblicas que nos recuerdan la importancia del descanso, la alabanza y la luz divina en nuestra relación con la naturaleza. Al observar el descanso sabático y cantar con júbilo al Señor, nos formamos con los ritmos de la Creación, respetando sus ciclos y promoviendo la regeneración de los ecosistemas. La luz que Dios ha hecho brillar en nuestros corazones nos llama a ser testigos de su gloria, reflejando esta luz en nuestras acciones diarias para proteger y sanar nuestro planeta. Como dice el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si’: “La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” (LS 13). Que esta reflexión nos inspire a actuar con amor, compasión y reverencia hacia la Creación, asegurando su bienestar para las generaciones futuras.

Por E. Marcial Riveros Tito

#Rumbo a los 10 años de la Encíclica Laudato Si´

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