23 octubre,2024
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“La oración alienta la misión” (Hch 4,23-33)

Encuentros de formación misionera en torno a Hechos de los Apóstoles

Texto: Hechos 4,23-33

Al verse libres, se reunieron con sus compañeros y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los letrados. Al oírlos, íntimamente unidos a una voz oraron a Dios diciendo: “Señor, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen; que por boca de tu siervo David, inspirado por el Espíritu Santo, dijiste: ¿Por qué se agitan las naciones y los pueblos planean en vano? Se levantaron los reyes de la tierra y los gobernantes se aliaron contra el Señor y contra su Ungido”.

De hecho, en esta ciudad, se aliaron contra tu santo siervo Jesús, tu Ungido, Herodes y Poncio Pilato con paganos y gente de Israel, para ejecutar cuanto había determinado tu mano y tu designio. Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos anunciar tu mensaje con toda franqueza. Extiende tu mano para que sucedan sanaciones, señales y prodigios por el nombre de tu santo siervo Jesús. Al terminar la súplica, tembló el lugar donde estaban reunidos, se llenaron de Espíritu Santo y anunciaban el mensaje de Dios con franqueza.

La multitud de los creyentes tenía una sola alma y un solo corazón. Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común. Con gran energía daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y eran muy estimados.

Estudiando y meditando

Este texto nos sitúa junto a los Apóstoles Pedro y Juan en medio de la comunidad, después de ser liberados y haber comparecido ante los jefes del pueblo y los ancianos. Mientras estaban detenidos Pedro y Juan fueron interrogados por los jefes del pueblo quienes les prohíben hablar y enseñar en nombre de Jesús.

Cuando Pedro y Juan vuelven a la comunidad, les cuentan lo que les habían dicho los jefes del pueblo; la respuesta unánime es la oración en comunidad: “Señor, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y cuanto contienen…”. La comunidad, mediante la oración, reconoce nuevamente que Jesús es el Ungido del Padre; que mediante Jesús Dios ofrece un camino de conversión; y pide entender qué hacer frente a la prohibición de hablar.

La comunidad valientemente, con parresía, ratifica que continuará anunciando la Buena Nueva y pide a Dios que sucedan curaciones y milagros por el Nombre de Jesús.

El texto dice que el lugar tembló, una manifestación del Espíritu Santo. La comunidad continuará con la predicación más allá de toda frontera.

Profundizando

“Para vivir plenamente la misión hay una condición indispensable: la oración, una oración ferviente e incesante, según la enseñanza de Jesús […] es «preciso orar siempre sin desfallecer» (Lucas 18, 1). La oración es el primer sustento del pueblo de Dios a los misioneros, pues ésta es rica en afecto y gratitud por su difícil tarea de anunciar y dar la luz y la gracia del Evangelio a los que aún no lo han recibido. Hoy es una buena ocasión para preguntarnos: ¿Rezo por los misioneros? ¿Rezo por aquellos que van lejos para llevar la Palabra de Dios con su testimonio? Pensemos en ello. Que María, Madre de todos los pueblos, acompañe y proteja cada día a los misioneros del Evangelio.” (Papa Francisco, Ángelus 2019).

Reflexionemos

Como los primeros discípulos, nosotros también hacemos parte de una comunidad y necesitamos su oración y acompañamiento para la misión.

¿Por qué la oración, sobre todo la oración en comunidad, ayuda y es sustento de la misión?

¿Qué podemos hacer para que nuestras comunidades sean comunidades orantes?

Celebrando

  1. Leemos nuevamente el texto bíblico. Después de un momento de silencio, compartimos la frase del texto bíblico que más nos llama la atención y cómo la asumimos en nuestra vida.
  2. Oramos con el Salmo 139,1-18 (138).

Señor, tú me sondeas y me conoces. Sabes cuando me siento o me levanto, de lejos percibes mis pensamientos; disciernes mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. Aún no ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, la conoces toda. Me estrechas por detrás y por delante, apoyas sobre mí tu palma.

Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo alcanzo. ¿Adónde me alejaré de tu aliento?, ¿adónde huiré de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú; si me acostara en el abismo, allí estás; si me remontara con las alas de la aurora para instalarme en el confín del mar, aun allí me guiaría tu izquierda y tu derecha me aferraría.

Si dijera: Que me cubra la tiniebla y la luz se haga noche en torno a mí, ni la tiniebla es tenebrosa para ti, aun la noche es luminosa como el día: la tiniebla es como la luz del día.

Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno. Te doy gracias porque eres prodigioso: soy un misterio, misteriosa obra tuya; y tú me conoces hasta el fondo, no se te oculta mi osamenta.

Cuando en lo oculto era formado, entretejido en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mi ser informe. En tu libro estaban escritos todos mis días, ya planeados, antes de llegar el primero.

¡Qué insondable me resultan tus pensamientos, oh Dios, qué incalculable su suma! Si los cuento, son más que granos de arena; y aunque terminara aún me quedarías tú. Amén.

  1. Se hacen peticiones espontáneas.
  2. Cada uno expresa un compromiso de vida.

Preparando el próximo encuentro

En el próximo encuentro reflexionaremos en torno a Hechos 13,1-5, sobre el envío de los testigos del Resucitado.

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