A los laicos nos corresponde el apostolado de todo cristiano por nuestra vocación desde la familia y nuestra sociedad, hasta en aquellos lugares donde no puede llegar el ministro, siendo invitados a vivir de acuerdo a la fe, y hacer profesión de nuestra fe.
Al ser parte de la Iglesia, somos más que cuerpo jerarquizado, somos cuerpo comunional. donde la relación fundamental entre los miembros de la Iglesia es la que nos vincula en virtud de hijos de Dios, con vocaciones diversas llamadas al servicio de nuestra Iglesia.
Porque, la misión evangelizadora, es una tarea común. Esta misión compete a la Iglesia como cuerpo comunional, exigiendo a todos sus miembros participación y responsabilidad dentro de ella. Que implica vivir nuestro laicado de forma activa, por nuestro bautismo.
El bautismo fundamenta nuestra identidad laical común y nuestra participación en Cristo y en la Iglesia. Una Iglesia que camina junta y que está en salida. Es de ahí,que “una Iglesia sinodal se funda en el reconocimiento de la dignidad común que deriva del Bautismo, que hace de quienes lo reciben hijos e hijas de Dios, miembros de su familia y, por tanto, hermanos y hermanas en Cristo, habitados por el único Espíritu y enviados a cumplir una misión común” (XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Instrumentum Laboris, página 12).
Como laicos estamos llamados a tener un papel importante en la vida espiritual o en la reflexión teológica desde el lugar donde nos encontremos. Ya que, la tarea de la Iglesia es transformar al mundo. Y, a nosotros los laicos se aplica: «lo que el alma es en el cuerpo, esto sean los cristianos en el mundo» (LG 38).
Es por ello que la misión específica de nosotros, como laicos, es, “Ser” fermento desde dentro, con coherencia de vida, para evangelizar los espacios donde no llegan otros miembros de la Iglesia.
Magisterio de la Iglesia:
“Los fieles laicos no son «huéspedes» en la Iglesia, están en su casa, por lo que están llamados a cuidar de su propia casa. Los laicos, y especialmente las mujeres, deben ser más valorados en sus competencias y en sus dones humanos y espirituales para la vida de las parroquias y de las diócesis. Pueden llevar el anuncio del Evangelio en su lenguaje «cotidiano», comprometiéndose en diversas formas de predicación. Pueden colaborar con los sacerdotes en la formación de niños y jóvenes, ayudar a los novios en su preparación al matrimonio y acompañarles en su vida conyugal y familiar. Deben ser siempre consultados en la preparación de nuevas iniciativas pastorales a todos los niveles, local, nacional y universal. Deben tener voz en los consejos pastorales de las Iglesias particulares. Deben estar presentes en las oficinas de las diócesis. Pueden ayudar en el acompañamiento espiritual de otros laicos y también aportar su contribución en la formación de seminaristas y religiosos” (Papa Francisco, 18 de febrero de 2023).
Hoja Dominical «Día del Señor»
Domingo 31 durante el año
