JESÚS TRAE LA SALVACIÓN A TODA LA HUMANIDAD
DOMINGO 20 DURANTE EL AÑO
Mensaje del profeta Isaías 56, 1. 6-7
La primera lectura hace parte de la sección del libro de Isaías denominada como el tercer Isaías, que se escribió cuando el pueblo retornó del exilio vivido en Babilonia. El mensaje se abre con la fórmula: “Así dice el Señor” que invita a vivir según sus designios, es decir, observando el derecho y practicando la justicia, porque su salvación está cerca.
El profeta recuerda que la salvación está muy unida a la actitud de apertura hacia los otros, no depende sólo de la pertenencia a una nación. El texto deja en claro que para Dios no hay extranjeros, nadie se tiene que sentir excluido de su plan de salvación. En este sentido todas las personas que eligen lo que al Señor le agrada, sean d el pueblo que sean, serán admitidos en su proyecto: “No diga el extranjero: el Señor me excluirá de su pueblo” (cf. Is 56,3). Y aunque no pertenezcan a Israel pueden acceder a la montaña santa del Señor donde sus holocaustos y sacrificios serán aceptados. Por eso el Salmo 66 exclama: “que todos los pueblos te alaben… conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación”.
Textos paralelos
Dt. 23, 8-9; Is 58, 5-7.
Mensaje de la carta a los Romanos 11, 13-15; 29-32
En la segunda lectura san Pablo se refiere al destino de Israel. En la carta muestra su cariño y aprecio por el pueblo judío, no pierde la esperanza de que un día lleguen a aceptar al Mesías, como lo están haciendo muchas personas de pueblos paganos. Su mayor deseo es poder salvar a algunos de sus hermanos de raza. El Apóstol está orgulloso de ser considerado como el apóstol de los paganos, ahora si ellos están siendo admitidos en la comunidad de los salvados, ¿Cómo no esperar que los del pueblo elegido, los herederos de las promesas, lleguen a ser parte de los que llegan a salvarse? Sin embargo, san Pablo espera confiado porque: «los dones y la llamada de Dios son irrevocables».
Textos paralelos
Rm. 9, 25-26; Rm 10, 19-20
Mensaje del Evangelio de san Mateo 15, 21-28
Después de la discusión sobre la ley de lo puro e impuro con un grupo de fariseos y letrados de Jerusalén (Mt 15, 11-21), Jesús se dirige con sus discípulos hacia la región de Tiro y Sidón, dos ciudades a orillas del mar Mediterráneo. Cuando pasaban por este lugar una mujer cananea sale a su encuentro, cruza la frontera de su país para presentarse ante el Señor y pedirle que le ayude con su hija que esta poseída por un demonio.
El apelativo de cananea que se da a la mujer, designa en el Antiguo Testamento a los cananeos como un pueblo que era considerado como pecador e idólatra, recuerda además el antagonismo entre Israel con los pueblos paganos. Es interesante ver como la mujer se dirige a Jesús: en primera instancia le llama Señor, título con el que sus discípulos también se dirigen al Maestro (cf. Mt 8,2.6.24), luego se refiere a Él como: “Hijo de David” (cf. Sal 72) haciendo referencia al título mesiánico con el que se designaba al futuro rey de Israel.
Ante el pedido de que tenga misericordia por su hija: “Ten compasión de mi”, que es el mismo grito de los dos ciegos en Mt 9,27; 20, 30-31, se inicia un dialogo entre Jesús y la mujer cananea, en tanto que sus discípulos intentan deshacerse de ella pidiendo al Señor que la atienda y la despida por sus molestos gritos. En un primer momento, Jesús parece no querer oír el pedido de la mujer, pues considera que su misión concierne sólo a Israel, agrega además que no está bien dar el pan a los perritos. Pese a la dura respuesta de Jesús la mujer logra hacerse escuchar: “Es verdad, Señor; pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”; esta respuesta hace que el Señor alabe la fe de la cananea (Mt 15,28), y atienda su pedido de sanar a su hija como sucedió con la curación del criado del centurión romano en Cafarnaún: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero basta que digas una sola palabra y mi criado quedará sano” (cf. Mt 8,8). En ambos pedidos de curación está presente una fe incondicional: “les aseguro, que jamás he encontrado en Israel una fe tan grande” (cf. Mt 8,10).
Textos paralelos
Mc 7,24-30; Mt 10,6; Rm 15,8-11; Mt 8,1-13.
Por: Javier Silva Aparicio
Responsable de la Sección de Animación Bíblica
Área de Evangelización – CEB