El tema del canto y de la música en Liturgia preocupa a la mayoría de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe como un reto a atender sobre cuáles son los textos y melodías que responden al concepto de teología y pastoral del canto y de la música en las celebraciones litúrgicas.
Existe la preocupación pastoral: ¿Qué caminos se deben transitar para poder aprovechar los muchos talentos que tenemos en el país, pero carecen, en la mayoría de los casos, de una adecuada y sólida formación teológica, bíblica, catequética, litúrgica y musical? Según las Orientaciones para el Canto y la Música en Liturgia publicada por la Conferencia Episcopal Boliviana, los puntos Claves sobre el Canto y la Música en la Liturgia son las siguientes:
Canto al servicio de la Palabra
Gracias a la Palabra la música puede nombrar al Dios de Jesucristo. El canto en conexi6n y al servicio de la Palabra, es acción sacramental en distintos grados. Cuando está al servicio de la Palabra bíblica o sacramental, la música litúrgica alcanza su fulgor privilegiado. El canto no sólo dice lo que sentimos, sino que alimenta nuestra actitud interior. Es necesario explicitar en que consiste el canto en Liturgia. Se lo entiende “como gesto humano original en el que palabras y sonidos no son más que una sola cosa. En el canto, el texto es portador de significaciones que la música toma de é1, mientras la música, por su parte, prolonga sin fin el sentido de las palabras”.
La música tiene una poderosa fuerza evocadora y catequética al inyectar, en las profundidades del ser humano, ideas, sentimientos emociones vividos con todas sus connotaciones. Así el canto es capaz de enraizar en la memoria del pueblo, por medio de ritmos y melodías, la Palabra bíblica y el símbolo de la fe.
El Canto aproxima al Misterio
En la Liturgia el asombro y el silencio ante el misterio se pueden potenciar con la música, porque por ella intentamos decir o sentir el Misterio más allá de las palabras y del silencio. EI canto acorta la distancia que hay entre el Misterio y el orante, facilitando la cercanía del Misterio al fiel y de éste al Misterio.
Sentimientos, emociones, profesiones de fe, alabanzas, acción de gracias, peticiones se elevan como incienso agradable al trono de Dios, cuya gracia envuelve a cuantos se reúnen en Asamblea orante. Gracias a la palabra, la música puede “nombrar al Dios de Jesucristo, y, por la música, la voz humana intenta decir lo inefable”.
El canto convoca a la comunión
La comunidad es esencial al culto cristiano. Por eso la Iglesia da primacía a las celebraciones comunitarias34 y, en ellas, el canto unánime es una exigencia vital de la Asamblea congregada. Ella se reúne para glorificar a Dios y el canto es una de las mejores expresiones de la comunidad. La «única voz» enciende el fervor de la fe de todos porque es todo el pueblo el que canta, también cuando escucha y responde al Presidente.
El canto “pone de manifiesto de un modo pleno y perfecto la índole comunitaria del culto cristiano”. EI Misterio de la Sagrada Liturgia, su dimensión ministerial y comunitario se patentizan más claramente, ya que mediante la unión de voces se llega a una profunda unión de corazones.
El canto, moldea el interior de la vida
En la teología del canto se vinculan Liturgia y existencia cristiana en la unidad de vida. El culto agradable a Dios brota del corazón. El canto litúrgico, en las Asambleas congregadas, carecería de valor y de consistencia si no estuviera animado por el cantico interior del corazón, por é1 simbolizado y donde tiene su fuente inagotable. Además del canto exterior proferido por los labios existe un cantico interior que resuena en lo profundo de la experiencia de fe. Lo de adorar a Dios en “espíritu y en verdad” marca la pauta del canto litúrgico en que todo el ser del fiel experimenta la alegría de estar junto a Dios Uno y Trino.
El canto de los labios y el canto de la vida
Música, canto y Liturgia constituyen una unidad inseparable. No es suficiente con cantar las glorias del Señor. Hace falta la vida. El creyente canta con la voz y con las obras. Sin lugar a duda, el canto está ligado con la existencia total de los creyentes. Las obras completan las convicciones teóricas. De este modo, es toda la persona que alaba al Señor y experimenta lo que dice en el canto.
El canto, elemento festivo de la celebración
“No se puede ver nada más festivo ni más alegre en una celebración, que una Asamblea que toda entera expresa su fe y su piedad por el canto”. El canto y la música son elementos de solemnidad en la Liturgia. Entendemos aquí “solemnidad” no en el sentido ceremonial, sino en el sentido más exacto de la festividad.
Así lo entendieron los primeros cristianos que vivían el gozo desbordante de la Pascua en sus reuniones. La celebración litúrgica, particularmente la dominical, es una fiesta. La música nos hace expresar todo aquello que es inexpresable con palabras, particularmente la alegría cristiana, fruto del Espíritu Santo y nota distintiva del Reinado de Dios.
El canto y la escatología
La unión de voces en la tierra, en pobre armonía, es, en la Asamblea litúrgica, el signo del eterno cantico, de la eterna alabanza y “de la Liturgia Santa de la Nueva Jerusalén”. Nos referimos a la dimensión escatológica del canto litúrgico que nos hace miembros, desde la tierra, en el canto celeste, en la unidad cósmica de la Asamblea que movida por el Espíritu canta a Dios Padre y a Cristo, el Cordero Vencedor.
En la tradición cristiana es constante la idea de expresar la realidad del cielo, con la imagen del canto, y, la comensalidad en el Reino Definitivo. Nuestra celebración prefigura con más
claridad la Liturgia santa de la Nueva Jerusalem. “Cantamos al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; venerando la memoria de los Santos, esperamos tener parte con ellos y gozar de su compañía; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifestaremos también gloriosos con El”.
Fuente: Conferencia Episcopal Boliviana (2001) “Orientaciones para el Canto y Música en la Liturgia” n 19-31