Domingo 30 durante el Año
«La Iglesia en Cristo es como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (LG 1).
Toda la Iglesia‑sacramento debe ser el fundamento y el impulso de la praxis sacramental. Toda nuestra Iglesia (sus estructuras y organizaciones), está ordenada a la realización de la comunión de los hombres para ser signo visible, que realice dicha comunión. De allí que los siete sacramentos no son más que cauces en los que se canaliza la sacramentalidad de la Iglesia. Sin esta referencia eclesial de los sacramentos, ellos serían gestos desprovistos de toda significación y eficacia.
Los sacramentos son símbolos reales de la acción salvífica de Jesucristo, en cuanto que representan realmente el misterio pascual en sus siete formas diversas de celebración y de participación. En la celebración de cada sacramento se hace presente, se actualiza el mismo y único misterio pascual de Jesucristo, pero con la especificidad y connotación propia de la gracia sacramental según la voluntad positiva de Jesucristo, que la ha constituido.
Es por ello, que, como prolongación de la humanidad glorificada de Cristo, la Iglesia es el sacramento terrestre del Cristo glorioso, el «único mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5), que «vive siempre para interceder por nosotros» (Hb 7,25).
Y que lo podemos entender desde la siguiente manera:
- Nace por voluntad de Cristo y está en el plan que Dios ofrece al mundo como un don para la salvación. Dios quiere que los hijos se reúnan en una comunidad y experimenten la salvación desde los sacramentos. Desde esta perspectiva se explica que ella sea un misterio de comunión.
- La Iglesia encarnada en la historia posee medios objetivos de la gracia, que han sido instituidos por Cristo, por ejemplo, la Palabra, los sacramentos, y los ministerios jerárquicos.
La dimensión sacramental de la Iglesia se deja ver en la estructura sacramental porque también ella es una realidad visible, de la cual fluye la gracia, que es el mismo Cristo.
MAGISTERIO DE LA IGLESIA:
Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es «sacramento de unidad», es decir, pueblo santo congregado y ordenado bajo la dirección de los Obispos. Por eso pertenecen a todo el cuerpo de la Iglesia, influyen en él y lo manifiestan; pero cada uno de los miembros de este cuerpo recibe un influjo diverso, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual. (Constitución Sacrosanctum Concilium, 26).
Hoja Dominical
Domingo 30 durante el Año
Área de Evangelización – CEB