En el corazón de la creación, Dios nos llama a reflexionar sobre nuestro lugar y responsabilidad en el mundo que nos ha dado, y las lecturas de hoy, nos invitan a reconocer nuestra interdependencia con el medio ambiente, sobre todo actuar con gratitud y respeto hacia la naturaleza. Que esta reflexión dominical en clave ecológica nos inspire a ser mejores custodios de nuestro planeta, honrando así la obra del Creador buscando siempre su amor y misericordia. Profundicemos con los siguientes elementos que nos ofrece la liturgia de la Palabra en este décimo Domingo del Tiempo Ordinario.
PRIMERA LECTURA
En esta lectura del Génesis 3, 9-15, encontramos un relato que subraya la responsabilidad humana en el cuidado de la Creación y las consecuencias de no cumplir con esa responsabilidad. La desobediencia del hombre y la mujer al comer del árbol prohibido no solo afecta su relación con Dios, sino también su conexión con el entorno natural. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre la interdependencia entre el ser humano y el medio ambiente, destacando la importancia de seguir las leyes divinas para mantener el equilibrio y la armonía en la creación. La desnudez y el miedo simbolizan la pérdida de la inocencia y la ruptura de la relación armónica con la naturaleza, lo que nos recuerda la necesidad de cuidar y respetar el entorno que Dios nos ha confiado.
Los elementos claves para cuidar la creación, a la luz de esta lectura, incluyen la obediencia a los mandatos divinos, la responsabilidad individual y colectiva en el cuidado del medio ambiente, y la necesidad de mantener una relación de respeto y protección con la naturaleza. Al asumir estas responsabilidades, estamos llamados a ser colaboradores activos en la obra de Dios, preservando la integridad de la creación y asegurando un legado sostenible para las futuras generaciones.
SALMO RESPONSORIAL
En el Salmo 129, 1-8, se nos presenta una plegaria desde lo más profundo del ser humano, clamando por la misericordia y el perdón del Señor. Esta súplica sincera y humilde nos recuerda nuestra fragilidad y la necesidad de depender de la misericordia divina. Al reflexionar sobre este salmo desde una perspectiva ecológica, se puede entender que la misericordia del Señor se extiende también a toda su creación. En la naturaleza, encontramos la manifestación de la bondad y el amor de Dios, y nuestra respuesta debe ser una actitud de respeto – cuidado hacia la creación. Invocar al Señor y confiar en su palabra nos impulsa a actuar como custodios de la Tierra, protegiendo y preservando el medio ambiente como un acto de agradecimiento por su misericordia.
La antífona “En el Señor se encuentra la misericordia” nos inspira a reconocer que, así como Dios perdona nuestros pecados y nos ofrece una redención abundante, nosotros también estamos llamados a mostrar misericordia hacia la creación. Esperar en el Señor, como el centinela espera la aurora, es una metáfora de nuestra esperanza en un futuro donde la humanidad vive en armonía con la naturaleza.
SEGUNDA LECTURA
En la lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4, 13-5, 1; nos invita a reflexionar sobre la fe y la esperanza en la resurrección y la vida eterna. El Apóstol san Pablo nos recuerda que aunque nuestro cuerpo físico se desgaste, nuestro espíritu interior se renueva constantemente. Esta dualidad entre lo visible y lo invisible nos lleva a considerar nuestra relación con la creación desde una perspectiva de fe y gratitud. Al reconocer que nuestra morada terrenal es transitoria, nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos de cuidar el mundo que Dios nos ha dado. Cuidar de la creación es una manera de participar en la acción de gracias, glorificando a Dios a través de nuestro respeto y protección hacia la naturaleza.
La referencia a “una casa permanente en el cielo” nos anima a ver la creación no solo como un recurso temporal, sino como una manifestación del amor eterno de Dios. Al renovar nuestro “hombre interior” día a día, debemos adoptar estilos de vida que reflejen una conciencia ecológica, protegiendo el medio ambiente, promoviendo justicia ambiental y glorificando a Dios a través de nuestras acciones diarias.
EVANGELIO
En el Evangelio según san Marcos 3, 20-35, Jesús enfrenta la incomprensión y la oposición tanto de sus familiares como de los escribas, quienes lo acusan de estar poseído. Jesús responde con una parábola que subraya la importancia de la unidad y la integridad en el Reino de Dios. Desde una interpretación ecológica, podemos ver en esta enseñanza una llamada a la armonía y la conexión con nuestra relación con la creación. Así como un reino dividido no puede subsistir, una humanidad que no cuida y protege su entorno natural está destinada al colapso. Cuidar la creación es esencial para mantener la unidad y la integridad del mundo que Dios nos ha confiado.
Jesús concluye afirmando que quienes hacen la voluntad de Dios son verdaderamente su familia. Este llamado a hacer la voluntad de Dios se extiende también a nuestro deber de proteger la creación, porque al vernos como una familia unida en la misión de cuidar la Tierra, podemos enfrentar y superar los desafíos ambientales. De esta manera, al hacer la voluntad de Dios, no solo nos convertimos en hermanos y hermanas en Cristo, sino también en custodios responsables de nuestra casa común, trabajando juntos por un mundo más justo y sostenible.
A MODO DE CIERRE
Desde la responsabilidad señalada en el Génesis, la misericordia que nos inspira el Salmo 129, la esperanza en la Resurrección en la segunda carta a los Corintios, hasta la unidad y compromiso que nos llama Jesús en el Evangelio según San Marcos, estamos llamados a ser custodios activos de nuestro hogar común. Como nos recuerda el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si’: “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos” (LS 48). En esta reflexión dominical, comprometámonos a proteger y renovar la creación, glorificando a Dios a través de nuestras acciones diarias y asegurando un legado sostenible para las futuras generaciones.
Por E. Marcial Riveros Tito