23 octubre,2024
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“El apóstol Pablo y la expansión del anuncio hasta el corazón del imperio” Hch 16,9-15

Encuentros de formación misionera en torno a Hechos de los Apóstoles

Texto: Hechos 16,9-15

Una noche Pablo tuvo una visión: un macedonio estaba de pie y le suplicaba: Ven a Macedonia a ayudarnos. Apenas tuvo esa visión, intentamos ir a Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba a anunciarles la Buena Noticia. Nos embarcamos en Tróade llegamos rápidamente a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; de allí a Filipos, la primera ciudad de la provincia de Macedonia, colonia romana. Nos quedamos unos días en aquella ciudad.

Un sábado salimos por la puerta de la ciudad a la ribera de un río, donde pensábamos que habría un lugar para orar. Nos sentamos y nos pusimos a conversar con unas mujeres. Nos escuchaba una mujer llamada Lidia, comerciante en púrpura en Tiatira y persona devota. El Señor le abrió el corazón para que prestara atención al discurso de Pablo. Se bautizó con toda su familia y nos rogaba: “Si me tienen por creyente en el Señor, vengan a hospedarse a mi casa”. Y nos insistía.

Estudiando y meditando

El Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia, es quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir. Así sucede con el apóstol Pablo que por una visión que tuvo, toma el camino a Macedonia porque está seguro que es Dios mismo quien lo envía.

Cuando llega a Filipos, que es una colonia romana, para predicar el Evangelio, conoce a Lidia, quien le solicita bautizar a toda su familia. Lidia es una vendedora de púrpura, natural de Tiatira, y según el texto devota, creyente de Dios, que acoge las palabras de Pablo. Lidia acoge a Cristo y recibe el Bautismo junto a su familia; acoge a quienes pertenecen a Cristo: “Vengan a hospedarse a mi casa”. Con Lidia el cristianismo entra al corazón del imperio.

Pidamos al Espíritu Santo un corazón abierto y hospitalario con nuestros hermanos, siguiendo el ejemplo de Lidia.

Profundizando

“La fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia, vendedora de púrpura, natural de la ciudad de Tiatira, creyente en Dios a quien el Señor abre su corazón «para que se adhiriese a las palabras de Pablo» (Hechos 16, 14). Lidia, en efecto, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto con su familia y acoge a los que pertenecen a Cristo, acogiendo a Pablo y a Silas en su casa. Aquí tenemos el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también hoy. Entró por Macedonia.” (Papa Francisco, Catequesis, 2019).

En Cristo, mujeres y hombres están revestidos de la misma dignidad bautismal y reciben en igual medida la variedad de dones del Espíritu Santo (cfr. Gal 3,28). Hombres y mujeres están llamados a una comunión caracterizada por una corresponsabilidad no competitiva, para encarnarla en todo nivel de la vida de la Iglesia. Como nos ha dicho el Papa Francisco: juntos, somos “Pueblo convocado y llamado con la fuerza de las Bienaventuranzas” (XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, Primera Sesión, Informe de Síntesis. “Una Iglesia sinodal en misión”, 9b).

Reflexionemos

¿Cómo nuestras comunidades asumen la misión de llevar el Evangelio hasta los confines del mundo con la participación de todos y cada uno de sus miembros?

¿Reconocemos el aporte de cada persona en la tarea misionera de nuestra Iglesia?

Celebrando

1. Leemos nuevamente el texto bíblico. Después de un momento de silencio, compartimos la frase del texto bíblico que más nos llama la atención y cómo la asumimos en nuestra vida.

 

2. Orar con la Oración del Sínodo de la Sinodalidad:

Estamos ante Ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.

Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos,

entra en nuestros corazones.

Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta.

Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.

No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.

Concédenos el don del discernimiento,

 para que no dejemos que nuestras acciones

se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.

Condúcenos a la unidad en Ti,

para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia,

sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.

Esto te lo pedimos a Ti,

que obras en todo tiempo y lugar,

 

en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

  1. Se hacen peticiones espontáneas.
  2. Cada uno expresa un compromiso de vida.

Preparando el próximo encuentro

En el próximo encuentro reflexionaremos en torno a Hechos 18,1-11, sobre la casa como centro de evangelización.

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