26 junio,2024
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Solemnidad de la Santísima Trinidad: REFLEXIÓN DOMINICAL EN CLAVE ECOLÓGICA – Ciclo B

En la Solemnidad de la Santísima Trinidad, celebramos el misterio del Dios uno y trino, cuyo amor se manifiesta en la creación y en la misión encomendada a nosotros, sus hijos. Este día nos ofrece una oportunidad especial para reflexionar sobre nuestro papel como custodios de la creación; para ello, ofrecemos los siguientes elementos claves para la reflexión ecológica.

PRIMERA LECTURA

Este texto bíblico del Deuteronomio 4, 32-34. 39-40 nos invita a reflexionar sobre las maravillas que Dios ha obrado desde la creación del hombre. Moisés destaca la singularidad de las acciones de Dios, que ha hablado a su pueblo. Este reconocimiento de la soberanía y el poder de Dios nos lleva a valorar y cuidar la creación, que es una manifestación de su amor y su presencia en nuestras vidas. Reconocer la magnificencia de la obra divina nos impulsa a adoptar una actitud de respeto y gratitud hacia la naturaleza.

En este contexto, cuidar la creación implica observar los preceptos y mandamientos de Dios, que incluyen el mandato de ser buenos cuidadores, protectores, custodios y vigilantes de la tierra. La obediencia a estos mandamientos no solo garantiza nuestra felicidad y bienestar, sino también la de nuestras futuras generaciones. Vivir en armonía con la creación, siguiendo las leyes divinas, nos asegura una existencia plena y sostenible en el mundo que Dios nos ha dado.

SALMO RESPONSORIAL

El Salmo 32, 4-6. 9. 18-20. 22 nos llama a reconocer la fidelidad y justicia de Dios, manifestadas en la creación que nos rodea. La palabra del Señor es recta y su obra está llena de lealtad; por lo tanto, la tierra, como una expresión de su amor, merece nuestro respeto y cuidado.

La protección de la creación no es solo un acto de responsabilidad, sino una respuesta de gratitud hacia Dios. Como hijos de Dios, sus ojos están fijos sobre nosotros, brindándonos su misericordia y sustento. Debemos esperar en el Señor y confiar en su ayuda, mientras trabajamos activamente por el bienestar del planeta. La tierra es nuestra herencia, un regalo divino que debemos cuidar con amor y dedicación. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! Esta herencia nos llama a vivir en armonía con la naturaleza, promoviendo la justicia y el derecho en nuestras acciones diarias, asegurando así la salud y la integridad de nuestra casa común para las generaciones futuras.

SEGUNDA LECTURA

La lectura de la carta de San Pablo a los Romanos 8, 14-17 nos recuerda nuestra identidad como hijos de Dios, guiados por el Espíritu Santo. Este reconocimiento nos invita a vivir no con temor, sino con la confianza y la libertad de quienes saben que Dios es su Padre. Como hijos adoptivos de Dios, tenemos la responsabilidad de cuidar y proteger la creación que nuestro Padre amorosamente nos ha confiado. Esta identidad nos llama a ver la creación como un regalo sagrado, un reflejo del amor y la gloria de Dios que debemos preservar y cuidar con diligencia y gratitud.

Ser herederos de Dios y coherederos con Cristo implica asumir un compromiso activo con la protección del medio ambiente. Sufrimos con Cristo al ver cómo la creación es maltratada y degradada, pero también estamos llamados a participar en su glorificación crística restaurando y cuidando la naturaleza. Este llamado nos motiva a adoptar prácticas sostenibles, a defender la justicia ambiental y a educar a otros sobre la importancia de cuidar nuestra casa común. En nuestra vocación como hijos de Dios, encontramos tanto el deber como la alegría de trabajar por un mundo que refleje la belleza y el amor del Creador.

EVANGELIO

El Evangelio de Mateo 28, 16-20 nos presenta el Gran Mandato, donde Jesús resucitado envía a sus discípulos a hacer discípulos de todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles a cumplir sus mandamientos. Este mandato universal nos recuerda que nuestra fe no se limita a la vida espiritual, sino que abarca todas las dimensiones de nuestra existencia, incluida nuestra relación con la creación. Jesús, con todo poder en el cielo y en la tierra, nos llama a reconocer la santidad de toda la creación y a cuidarla como parte de nuestra misión cristiana.

Al enseñar a las naciones a cumplir los mandamientos de Jesús, debemos incluir el mandato implícito de cuidar la creación. La protección del medio ambiente es una expresión concreta del amor al prójimo y de la obediencia a Dios. Jesús promete estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo, dándonos la fuerza y la guía necesarias para enfrentar los desafíos ecológicos. Adoptar prácticas sostenibles, promover la justicia ambiental y educar a otros sobre la importancia del cuidado de nuestra casa común son formas de vivir plenamente nuestra vocación cristiana. Así, respondemos al llamado de Jesús no solo bautizando y enseñando, sino también cuidando y protegiendo la creación que Él nos ha confiado.

A MODO DE CIERRE

Desde la grandeza de las maravillas obradas por Dios presentada en el libro del Deuteronomio, pasando por el llamado a reconocer su fidelidad y justicia en el Salmo 32, hasta nuestra identidad como hijos adoptivos de Dios en la carta a los Romanos, y finalmente, el mandato universal de Jesús en el Evangelio de san Mateo, nos invitan a cuidar y proteger la creación, invitándonos a que “todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades” (LD 14) porque el cuidado de la creación es esencialmente una actitud de amor y gratitud. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia! Que esta herencia nos inspire a vivir en armonía con la naturaleza, adoptando prácticas sostenibles y promoviendo la justicia ambiental, respondiendo así al llamado de nuestro Señor a cuidar de nuestra casa común.

Hoy que se cumple nueve años desde la publicación de le Encíclica Laudato Si´; por ello,  ofreceremos este recurso pastoral, rumbo a los diez años de su publicación.

Por E. Marcial Riveros Tito

#Rumbo a los 10 años de la Encíclica Laudato Si´

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