Con la expresión “como estaba escrito” san Marcos relaciona la actividad de Juan el Bautista con la tradición de Israel, sobre todo con el ambiente profético. Por ello ve en el Bautista el cumplimiento de la profecía que anunciaba la llegada de un mensajero delante del Mesías, como lo había anunciado el profeta Malaquías (3,1), y a su vez el profeta Isaías mencionaba la voz que clama en el desierto (Is 40,3), profecías que expresan la misión del precursor, cuya tarea es la de preparar el camino del que va a venir.
Para esta su labor elige un gesto muy significativo, la sumersión en agua, como signo de muerte al pasado para empezar una nueva vida, con este signo quiere hacer posible que el arrepentimiento sea verdadero (Is 1,10). En este sentido el Bautismo quiere ser una expresión real de conversión, de cambio de vida, que posibilita el encuentro con el Señor que viene, “Se revelara la gloría del Señor y la verán todos los hombres juntos” (Is 40, 5). Juan el Bautista continúa así la misión de los profetas que piden al pueblo: que se conviertan que se vuelvan a Dios (cf. Is 31,6; 44,22; Jr 3,12.14.22; 31,21).
Hoja Dominical «Día del Señor»