Rincón Litúrgico n° 26: PROFUNDIZANDO LA SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
La liturgia de la Iglesia al celebrar los acontecimientos principales de la historia de la salvación nos ofrece diversos acentos para vivirlos. En esta oportunidad nos ocuparemos de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María.
La fiesta del SÍ de Dios
El Acontecimiento que celebramos el 8 de diciembre llena de esperanza a toda la Iglesia. Es la fiesta en que se celebran la Inmaculada Concepción de María, la preparación a la Venida del Salvador (estamos en Adviento) y el feliz comienzo de la Iglesia sin mancha (Ef 5,27). La enseñanza del Apóstol Pablo se aplica de manera especial a María. Ella es la bendita entre todas las mujeres, Ella es la elegida para ser la Madre Inmaculada, el Vaso precioso de la gracia (2Co 4,7). Es la fiesta del SÍ que Dios Padre ha dicho a María, y en Ella a toda la humanidad. Es la fiesta del comienzo del plan de nuestra salvación, por pura iniciativa suya.
La primera cristiana
Nos alegramos de cómo Dios preparó totalmente a la Madre de Jesucristo. También de que al SÍ de Dios correspondió María con su SÍ, no sólo en ese diálogo inicial con el ángel Gabriel, sino a lo largo de toda su vida, a pesar del trágico dolor de la cruz. Este Sí de María es el prototipo del sí de tantos millones de personas en toda la humanidad que a lo largo de los siglos han tenido fe en Dios, y desde su vida de cada día, y tal vez entre dificultades, le han ido diciendo: “Cúmplase en mí lo que has dicho” (Lc 1,38). María, la mujer que creyó y respondió a los planes de Dios, es la discípula de Jesucristo, su Hijo y ejemplo para todos.
Fiesta para todos
El 8 de diciembre es la fiesta de todos los cristianos, porque María es la figura y el resumen de los que creemos y acogemos el plan salvador de Dios Padre. María, la primera cristiana, es modelo de fe y esperanza, “comienzo e imagen de la Iglesia,” como decimos en el Prefacio de la Misa. La fiesta de la Inmaculada nos hace mirar con gozo a la gracia de Dios, que se derrama en María, y a la vez nos convence de que sí es posible responder a esa gracia desde nuestra debilidad.
Maestra para el Adviento y la Navidad
María, la que esperó, la que llevó en su seno, la que dio a luz y mostró al mundo, a los pastores, a los Magos o Sabios de Oriente al Mesías Salvador enviado por Dios, es la que mejor lo acogió y la que mejor celebró el Adviento y la Navidad. Su testimonio nos ayuda a todos, dándonos ejemplo, porque Ella respondió al don de Dios en todo momento. Ella acogió absolutamente y con todo su amor, con claridad, con libertad y entrega total, al designio de Dios: “Yo soy la esclava del Señor, que se haga en mí según tu Palabra” (Lc 1,38).