23 octubre,2024
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Santa Cecilia, mártir romana y patrona de los músicos

_Lecturas de Hoy: 2Mac 7,1.20-31; Sal 16,1.5-6.8b.15; Lc 19,11-28_

_Para santa Cecilia: Os 2-16b.17b.21-22; Sal 44,11-12.14-17;
Mt 25,1-13_

Santa Cecilia ha sido muy venerada en la Iglesia Católica por cientos de años. Una tradición muy antigua dice que pertenecía a una de las principales familias de Roma, que acostumbraba vestir una túnica de tela muy áspera y que había consagrado a Dios su virginidad.


Sus padres la comprometieron en matrimonio con un joven llamado Valeriano, pero Cecilia le dijo a éste que ella había hecho voto de virginidad y que si él quería ver al ángel de Dios debía hacerse cristiano. Valeriano se hizo instruir por el Papa Urbano y fue bautizado. Luego entre Cecilia y Valeriano convencieron a Tiburcio, el hermano de éste, y lograron que también se hiciera cristiano.

Las historias antiguas dicen que Cecilia veía a su ángel de la guarda. El alcalde de Roma, Almaquio, había prohibido sepultar los cadáveres de los cristianos. Pero Valeriano y Tiburcio se dedicaron a sepultar todos los cadáveres de cristianos que encontraban. Por eso fueron arrestados. Llevados ante el alcalde, éste les pidió que declararan que adoraban a Júpiter. Ellos le dijeron que únicamente adoraban al verdadero Dios del cielo y a su Hijo Jesucristo. Entonces fueron ferozmente azotados y luego les dieron muerte. Los dos santos mártires animaban a los demás cristianos de Roma a sufrir con gusto todos los horrores, con tal de no ser infieles a la santa religión.

En seguida la policía arrestó a Cecilia y le exigió que renunciara a la religión de Cristo. Ella declaró que prefería la muerte antes que renegar de la verdadera religión. Entonces fue llevada junto a un horno caliente para tratar de sofocarle con los terribles gases que salían de allí, pero en vez de asfixiarse ella cantaba gozosa (quizás por eso la han nombrada patrona de los músicos). Visto que con este martirio no podían acabar con ella, el cruel Almaquio mandó que le cortaran la cabeza. La santa, antes de morir le pidió al Papa Urbano que convirtiera su hermosa casa en un templo para orar, y así lo hicieron después de su martirio. Antes de morir, había repartido todos sus bienes entre los pobres.

EWTN

Nota Histórico Litúrgica

(Los santos del Calendario Romano – Enzo Lodi)

La memoria obligatoria de santa Cecilia ya es atestiguada, según el Liber pontificalis, por el culto que se le tributaba en su Basílica del Trastévere en el año 545: el Papa Vigilio se encontraba en la Iglesia de Santa Cecilia el 10 de las calendas de diciembre (es decir, el 22 de noviembre), porque era su dies natalis.

En la iconografía más antigua aparece estilizada como sexta figura entre las vírgenes en procesión en la Iglesia de San Apolinar Nuevo (antes San Martín in Ciel d’Oro), en el tiempo del obispo Agnello (556-569) en Rávena. Entre los cinco formularios del sacramentario veronense, el prefacio afirma que Cecilia había convertido a su marido, lo había convencido para que guardara la castidad y lo había impelido al martirio (nn.1171-1178).

La passio (Pasíon) legendaria, posterior al 488, identifica a la fundadora del «Titulus Caeciliae» en Trastévere con una mártir homónima, también desconocida, enterrada en las catacumbas de San Calixto, a quien se atribuye tanto la corona del martirio como la gloria de la virginidad. Ciertamente el culto de la santa se ha desarrollado en los dos lugares privilegiados que conservaron sucesivamente su cuerpo. Ante todo, las catacumbas de San Calixto (f 222), donde al fondo de la cripta de los papas se abre, a la izquierda, una galería que conduce a una sala funeraria cuadrada, según el tipo clásico. Aquí, en el nicho del muro (hoy ocupado por una copia de la estatua de Maderno), habría estado el sarcófago de los restos de la mártir; un poco más allá se ven algunas pinturas del siglo V que representan a la santa orante vestida ricamente (según el estilo bizantino), por encima de la cabeza de un Cristo (bizantino) y de un obispo nimbado con el nombre de san Urbano (f 230).

Es probable que la familia de los Caecilii, primero pagana y después cristiana, que tenía sus tumbas en la vía Apia (como testimonian varias inscripciones del siglo II al siglo V), ofreciera el terreno para la sepultura a sus hermanos cristianos y que en él fuera enterrada esta Cecilia, que ocupa en la cripta el lugar más digno (en el siglo III, en el tiempo del papa Calixto, fundador de la cripta). Para el «título» (correspondiente a una parroquia actual con todos sus servicios) de Santa Cecilia en Trastévere, que no aparece hasta el siglo V en los documentos, se puede suponer que Cecilia pusiera a disposición de la iglesia un inmueble (conservando su título legal de propiedad) a instancias del Papa Calixto, a quien se debe la creación de otros títulos en Trastévere. Tal inmueble, llamado ínsula, era distinto de la domus, que tenía también un baño público (donde habría sido ahogada Cecilia), y que se convirtió en lugar de culto y de sepultura. Por tal liberalidad, Cecilia habría dado el nombre al título y habría sido sepultada con honor junto a sus antepasados.

Pero la falta de noticias del culto de la mártir en los documentos del siglo IV (Depositio martyrum) al siglo VI (calendario de Cartago) y la única presencia de los grafitos de la cripta en las catacumbas (del siglo vn) no nos permiten explicar el auge de la «pasión» en el siglo VI, que se hizo muy popular e inspiró el breviario tridentino (heredero de los antifonarios de la Edad Media), que inserta la totalidad de sus antífonas y responsorios.

Ahora, en la nueva liturgia de las horas, se han conservado sólo las antífonas de laudes y vísperas. De la primera antífona anterior (ahora omitida) de los laudes y de las vísperas (donde se había omitido la frase: «En su corazón», «Cantantibus organis…») deriva el patrocinio de Cecilia sobre la música sagrada, pero sólo a partir del siglo XV.

El antiguo título de Santa Cecilia in Trastévere sigue existiendo, con la basílica construida en su honor por el papa Pascual (f 824), donde el mosaico que ha quedado (del siglo IX) representa no sólo a Cecilia, sino también, entre los demás santos, a Valeriano (el marido que murió mártir, según la passio) y a Tiburcio (su hermano). El hallazgo del cuerpo de la mártir por el papa Pascual, no en el cementerio de Calixto, donde había sido enterrada, sino en el de Pretestato, según el Líber pontificalis, plantea un problema histórico: tal vez por la invasión de los longobardos (756) podría haberse efectuado esta traslación de las reliquias; pero de ello no se tiene ninguna otra noticia que lo confirme. El papa mismo —como puede deducirse del Carmen colocado bajo el mosaico absidal de la basílica de Santa Cecilia in Trastévere— llevó las reliquias a su iglesia, atraído por la passio, para reunir los cuerpos de Cecilia y Valeriano y de los mártires Tiburcio y Máximo.

Las cuatro memorias del martirologio jeronimiano pueden explicarse fácilmente con una confusión del mártir Tiburcio en la vía Tiburtina el 11 de agosto con el del cementerio de Pretestato (al que está asimismo asociada Cecilia); la otra del 16 de diciembre se explica también con la confusión de una mártir africana con la romana (la leyenda «En Roma, pasión de santa Cecilia» es contraria al uso de los calendarios romanos); lo mismo vale para la fecha del 17, que es la dedicación del título de Cecilia en Trastévere («Romae transtibere Caecilii»). Por fin, para la fecha del 22 de noviembre («Romae Caeciüae») hay coincidencia con la de todos los calendarios y martirologios en cuanto a su dies natalis, que sería fechable en el tiempo de Alejandro Severo (222-235), contemporáneo del papa Urbano (sucesor de Calixto). Éste habría sepultado a Cecilia entre sus colegas obispos, donde están los confesores y los mártires, haciendo de su casa (que le pertenecía, pero que no habitaba) una iglesia. Hacia el final de la Edad Media, Cecilia entró en el grupo de los santos «auxiliadores» y, por un error de transcripción de la passio («cantaba en su corazón»), se ha convertido en patrona de la música.

Mensaje y actualidad

La antigua colecta, que deriva del sacramentario veronense, es genérica, sin ningún elemento histórico útil, porque sólo hace referencia a la intercesión de la santa. Dado que la pasión nos narra que Cecilia había prometido a Dios su virginidad en la conversación con Valeriano, cantando a Dios en su corazón y afirmando que estaba protegida por un ángel, tal referencia al canto ha quedado en el oficio de lectura, donde el sermón de Agustín, supliendo el silencio de los textos de la pasión legendaria, expone el significado del cantar con arte y júbilo a Dios.

«¿Qué quiere decir cantar con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar con palabras lo que siente el corazón. (…) De este modo, el corazón se alegra sin palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por unos vocablos».

Tanto de las antífonas propias de los laudes y de las vísperas como de los respectivos cantos (que son un residuo del antiguo oficio, inspirado en la passio) se pueden sacar dos advertencias significativas, que hacen también actual esta memoria de la mártir nombrada en el canon romano. Cecilia no sólo encarna[1]ría el ideal de la virginidad, sino también el de la vigilancia cristiana, celebrada en la alegría musical. La alusión a la luz es siempre significativa, toda vez que la aurora cede el puesto al sol: «Ánimo, soldados de Cristo, dejad la actividades de las ti[1]nieblas y pertrechaos con las armas de la luz» (antífona del Benedictus); la alusión a la plegaria continua, en la antífona del Magníficat, se asocia a la de llevar siempre el evangelio de Cristo en nuestro corazón («La virgen santa Cecilia llevaba siempre sobre su corazón el evangelio de Cristo»). En nuestro tiempo secularizado, la fuerza de un corazón puro es siempre un valor que cabe proponer y exaltar.

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