La Iglesia está viviendo un tiempo de gracia, el kairós de la Sinodalidad. Un “camino” que se inicia en octubre del 2021, con una etapa fundamental en la celebración de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos en octubre del 2023 y que continuará con la fase de la actuación en cada una de las Iglesias particulares.
El título del Sínodo es “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Este camino, iniciado por el Concilio Vaticano II, es a la vez don y tarea para la Iglesia, para comprender cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión; los tres temas fundamentales del Sínodo.
Frente a un mundo dividido, el Sínodo propone la comunión o koinonía, como expresión de la naturaleza misma de la Iglesia. Dios tiene un proyecto comunitario para la humanidad presentado desde el Antiguo Testamento y retomado por Jesús cuando anuncia el Reino y reúne a sus discípulos para constituir una comunidad de vida y anunciar este proyecto de comunión a todas las naciones y a todas las personas.
La comunión es identitaria de las primeras comunidades cristianas que se reúnen para escuchar la enseñanza de los Apóstoles, compartir el pan, orar… compartir sus posesiones y atender a los necesitados (Hch 2,42-47). La comunidad reunida junto a María en el cenáculo (Hch 1,13-14) y la conversión de Cornelio (Hch 10,1–11,18) señalan que la comunidad es para todos, también para mujeres y gentiles.
La Iglesia está llamada a vivir una eclesiología de comunión. La sinodalidad expresa la condición de sujeto de le corresponde a toda Iglesia y a todos en la Iglesia. Los creyentes son σύνoδοι, “compañeros de camino”, llamados a ser sujetos activos porque participan del único sacerdocio de Cristo, destinatarios de los diversos carismas otorgados por el Espíritu Santo en vista del bien común y unidos entre ellos en comunión que se manifiesta en forma dinámica como un solo sujeto comunitario.
El Papa Francisco describe a una Iglesia sinodal como “una pirámide invertida” que integra el Pueblo de Dios, el Colegio Episcopal y en él, con su específico ministerio de unidad, el Sucesor de Pedro. La comunión o koinonía está íntimamente unida a la misión, porque la comunidad no se encierra en si misma, sino que se proyecta y entrega al mundo para prolongar en la historia la misión del Hijo y la misión del Espíritu. Todos los fieles están llamados a testimoniar y anunciar la Palabra de verdad y de vida, en cuanto que son miembros del Pueblo de Dios profético, sacerdotal y real en virtud del Bautismo.
Artículo publicado en Revista Bolivia Misionera Nº 26, noviembre 2022.