Rincón litúrgico n° 29

Rincón litúrgico n° 29 A: ADVIENTO, COMIENZO DE UN NUEVO AÑO LITÚRGICO

En más de una ocasión hemos estudiado el tiempo litúrgico de Adviento. En esta oportunidad abordaremos otros aspectos que aún faltan por profundizar:

La Pascua de Jesucristo

El centro es la Pascua de Jesucristo. El eje de la Navidad que hoy empieza no es una especie de doblete con el de Pascua sino que, celebrando el Nacimiento, anunciamos ya la Encarnación de Jesús, el Hijo de Dios que por su Muerte y Resurrección salva a la humanidad. El centro de nuestra vida, eclesial, litúrgica, misionera, es Jesucristo resucitado. Él es el de Dios Padre al sufrimiento, gozo y esperanza de los seres humanos. El Adviento, preparación a la Navidad, es la celebración de la esperanza cristiana. Jesucristo, con su Vida, Muerte y Resurrección ha traído la plenitud de la vida en Dios a los humanos y nos emplaza a nuestra fidelidad. Es, pues, una esperanza a la vez gozosa, segura y exigente, lleva al compromiso misionero y tiende hacia el encuentro con Dios.

Los signos

Los fieles deben notar el inicio de Adviento. Con este fin, subrayamos algunos signos:

  • Tiempo de sobriedad: vestiduras de color morado, omisión del Gloria, supresión de flores, para destacar que caminamos hacia la Fiesta plena, el Retorno del Señor.
  • Se conserva el Aleluya, signo del gozo de la esperanza.
  • La Corona de Adviento: forma visible de ‘subrayar’ el Adviento como Camino hacia la Luz.
  • Colocar en el Presbiterio una imagen de la Virgen María de Adviento. Su espera nos lleva al centro de la vida cristiana, que es siempre Jesucristo.
  • El Profeta Isaías, Juan el Bautista y José de Nazaret marcarán el mensaje litúrgico de los domingos de Adviento.
  • Armar, poco a poco, la representación del Nacimiento de Jesús en Belén de Judea.

Estos signos deben significar por sí solos. Sin embargo, se hace necesaria una breve explicación para evitar que caigan en la rutina y pierdan su encanto litúrgico.