PRIMERA LECTURA: 1Sm 26,2.7-9.12-14.22-23. El Señor te entregó en mis manos, pero no quise atentar contra el ungido del Señor.
El joven David es buscado por el rey Saúl que atenta contra su vida. A David se le presenta una ocasión para deshacerse del rey; él rechaza la tentación, porque respeta el carácter sagrado de Saúl, en virtud de su unción real (v.7-9). David confía en Dios, que se muestra fiel y justo con quienes obran el bien. El relato contiene un trasfondo literario judicial (rib): David entabla pleito ante la trampa de Saúl, ante el mismo Dios, que actúa de testigo y de Juez al mismo tiempo, sobre su propia inocencia; cómo, pudiendo haber matado al rey no lo ha hecho y, en cambio, el monarca, no hace más que perseguir injustamente a un inocente vasallo. David practicó la misericordia paternal de Dios.
SEGUNDA LECTURA: 1Co 15, 45-49. Como hemos sido revestidos de la imagen del hombre terrenal, también lo seremos de la imagen del hombre celestial.
Ante la pregunta ¿cómo será nuestra resurrección?, ¿con qué cuerpo resucitaremos? San Pablo responde con dos tipos de argumentos. El primero está desarrollado en los vv.35-44 (que no lo leemos), con las imágenes de la semilla que fructifica y el esplendor diferenciado de los astros. El segundo se recoge en los vv.44b-50: los dos Adanes. Adam personifica a la humanidad terrena, «un ser animado», pero ajena a todo lo trascendente y divino, pues se halla marcada por el pecado. Cristo constituye el nuevo Adam, «un ser espiritual», que lleva a la humanidad a vivir la Presencia de Dios en su vida. «Seremos imagen del hombre celestial», acaba afirmando san Pablo. El mismo salto cualitativo debe vivirse ya ahora por parte de los cristianos que se sienten resucitados por la vida nueva de Cristo que han recibido en el Bautismo.
EVANGELIO: Lc 6, 27-38. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.
El texto del Evangelio se presenta como una resonancia de las Bienaventuranzas y nos ayuda a descubrir el fundamento de toda bienaventuranza cristiana. El texto tiene tres partes: a) Superación cristiana de la Ley del Talión (v.27-31); b) Invitación a la misericordia sobre el modelo de Dios (v. 32-36); c) Una exhortación a no juzgar al prójimo (v.37-38). Cada parte acaba con una afirmación concreta: «Traten a los demás como quieren que ellos les traten». «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso». «La medida con que ustedes midan también se usará para ustedes.» La primera parte está construida en base a un camino progresivo: amen, hagan el bien, bendigan y oren… por los enemigos. Siguen cuatro ejemplos de iniciativa caritativa que superan la actuación de lo meramente humano; la segunda invita a liberar todo gesto caritativo del puro cálculo humano; la tercera parte empieza con afirmaciones negativas para pasar a continuación a explicitaciones positivas: «no juzguen, no condenen… perdonen y den…» En resumen, se trata de adoptar el comportamiento misericordioso de Dios (v.35) para recrear una humanidad nueva.
Preguntas de reflexión:
Como discípulo (mujer / varón) de Jesús, ¿estoy dispuesto a perdonar y ser perdonado?
Durante la semana, he de orar por aquellos que me han hecho algún daño, ¿lo haré?
Hoja Dominical «Día del Señor»
