Encuentros de formación misionera en torno a Hechos de los Apóstoles
Texto: Hechos 2,37-41
Lo que oyeron les llegó al corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: “¿Qué debemos hacer, hermanos?” Pedro les contestó: “Arrepiéntanse y háganse bautizar invocando el nombre de Jesucristo, para que se les perdonen los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo. Porque la promesa ha sido hecha para ustedes y para sus hijos y para todos aquellos que están lejos a quienes llamará el Señor nuestro Dios”.
Y con otras muchas razones les hablaba y los exhortaba diciendo: “Pónganse a salvo, apártense de esta generación malvada”. Los que aceptaron sus palabras se bautizaron y aquel día se incorporaron unas tres mil personas.
Estudiando y meditando
En los comienzos de la aventura cristiana, delas primeras comunidades, cuando el Espíritu Santo desciende con su poder sobre los discípulos en el día de Pentecostés (2, 1-13) la Iglesia recibe la fuerza para llevar a cabo la misión que le ha confiado el Señor Resucitado: proclamar el Evangelio en todos los rincones de la tierra, la buena noticia del Reino de Dios.
Inmediatamente después de Pentecostés los Apóstoles superan todos los miedos y por el poder del Espíritu Santo comienzan a hablar lenguas nuevas, anunciando abiertamente el misterio del que fueron testigos.
El apóstol Pedro pronuncia su gran discurso proclamando el núcleo de la fe cristiana: Aquel que había sido acreditado por Dios con milagros y señales (Hch 2,22), ha sido clavado en la cruz, ha muerto, pero Dios lo ha resucitado de entre los muertos, constituyéndolo Señor y Cristo; y por medio de Él entramos en la salvación definitiva invocando su nombre.
Con estas palabras, muchos se sienten interpelados, se convierten y se hacen bautizar recibiendo el don del Espíritu Santo; dando inicio al camino de la Iglesia que en definitiva es una comunidad destinada a anunciar el Evangelio, una comunidad que ensancha su tienda para dar cabida a toda la humanidad: “Por la fe en Cristo Jesús todos ustedes son hijos de Dios. Los que se han bautizado consagrándose a Cristo se han revestido de Cristo. Ya no se distinguen judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer, porque todos ustedes son uno con Cristo Jesús” (Ga 3,26-28).
Desde los primeros pasos de la Iglesia, quienes son bautizados se sumergen en el Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Cristo, que les libera del pecado, les da la libertad de hijos y les lleva a la comunión con el Dios Trinitario. También el bautismo los sumerge en la comunión con los demás hermanos en la fe, formando el Cuerpo de cristo, una verdadera comunidad, comunidad misionera.
Y esta comunidad misionera no es solo para los cercanos, sino que abre sus puertas a todos, a todos los que se convierten; así en Hechos se pueden encontrar varias citas de la incorporación de nuevos discípulos a través de la conversión y el bautismo.
“El bautismo en el Espíritu Santo es la experiencia que nos permite entrar en una comunión personal con Dios y participar en su voluntad salvadora universal, adquiriendo el don de la parresía, la valentía, es decir, la capacidad de pronunciar una palabra «como hijos de Dios», no solo como hombres sino como hijos de Dios: una palabra clara, libre, efectiva, llena de amor por Cristo y por los hermanos” (Papa Francisco, Catequesis, 2019).
Reflexionemos
¿Reconocemos que, a través del bautismo, como don del Resucitado, somos impulsados a ser anunciadores del Evangelio?
¿Qué compromiso concreto puedo renovar desde mi condición de bautizado?
Celebrando
1. Leemos nuevamente el texto bíblico. Después de un momento de silencio, compartimos la frase del texto bíblico que más nos llama la atención y cómo la asumimos en nuestra vida.
Oh Padre misericordioso,
que revelaste en tu Hijo la “Buena Nueva”,
anunciada en estas tierras de América
por tantos misioneros, con palabras y con obras;
ayúdanos a redescubrir nuestra vocación de bautizados
para dar un nuevo impulso a nuestra acción misionera
proclamando, como ellos, la alegría del Evangelio.
Oh Dios,
que derramas tu Espíritu Santo
para renovar la faz de la tierra,
lastimada por la injusticia y el sufrimiento;
danos fortaleza para caminar, como pueblo de Dios,
en sinodalidad y escucha mutua,
hacia el próximo Congreso Misionero Americano,
testimoniando juntos el amor que vence al mundo.
Oh Dios y Padre nuestro,
que escogiste a María
como modelo de evangelización
para ofrecer a Cristo a toda la humanidad;
haz que, imitando su ejemplo de entrega
y sostenidos por su cuidado maternal y providente,
seamos siempre tus discípulos misioneros
hasta los confines de la tierra. Amén.
- Se hacen peticiones espontáneas.
- Cada persona expresa un compromiso de vida.
Preparando el próximo encuentro
En el próximo encuentro reflexionaremos en torno a los agentes de la acción evangelizadora en los Hechos de los Apóstoles, Hch 5,29-32.