DOMINGO SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS
Con la fiesta de Pentecostés llega a su término la celebración de la cincuentena pascual. Luego de haber celebrado con mucha fe y esperanza, los cincuenta días de la victoria de Jesús sobre la muerte, su presencia en medio de sus discípulos y su exaltación a la derecha del Padre. Hoy se enfatiza la presencia del Espíritu Santo que es donado por Cristo Resucitado a los suyos, para hacerles participar de su misma vida y de su misión.
Mensaje del libro de los Hechos de los Apóstoles 2, 1-11
La lectura describe la escena del día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego desciende sobre todas las personas reunidas en ese lugar. Esta escena deja perplejos a la multitud que habían llegado de muchos lugares, porque podían oír las maravillas de Dios en su propio idioma. Los apóstoles empiezan a expresarse al modo de los antiguos profetas (cf. Nm 11, 25-26; 1 Sam 10. 5-6), porque hablan y profetizan con la fuerza del Espíritu Santo (cf. Hch 10. 46; 19. 6; 1 Co 14, 18). El Espíritu desciende sobre los apóstoles, pero también lo hace sobre las mujeres, sobre los familiares de Jesús (H 1,14) y sobre todos los que están presentes dando a conocer así, que el Espíritu no es sólo para un grupo de personas. San Lucas interpreta este acontecimiento, manifestando que se está cumplimiento la profecía del profeta Joel: “Derramaré mi espíritu sobre toda carne: profetizarán sus hijos e hijas…” (Jl. 2, 28-29) que empieza a cumplirse. Juan el Bautista hizo referencia a un futuro bautismo en fuego y Espíritu que también se cumple. Jesús prometió a sus discípulos: “Serán bautizados con Espíritu Santo» (Hch. 1, 5), es así como el Espíritu se derrama sobre toda carne. En los vv. 9-11 tenemos la lista de las naciones presentes donde se enumera doce pueblos y tres regiones, que simbolizan la totalidad del mundo habitado y la universalidad que tiene el mensaje de Salvación.
Textos paralelos
Ex 23,14; Mt 28,19; Lc 14,47; Gn 11,1-9.
Mensaje de la 1ra Carta a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
La 2ª lectura, nos habla de la unidad de la comunidad bajo la imagen del cuerpo, en el que cada uno de los miembros contribuye al bienestar de todos, desempeñando distintas funciones y tareas. Donde el Espíritu Santo crea la comunión entre todos a pesar de ser diferentes. El Apóstol enseña cómo el Espíritu a través de la diversidad de dones que tiene cada uno de los creyentes, en Cristo forman un solo cuerpo, «Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros… así es también Cristo». Porque todos estos dones vienen de un mismo Espíritu, en este sentido san Pablo afirma que ya no hay distinción entre judíos y paganos, ni entre esclavos y libres, y que todos son llamados a ocupar su lugar en la comunidad cristiana, según los dones que tienen y poniendo en claro que: “A cada uno se le da una manifestación del Espíritu para el bien común” (1 Cor 12,7).
Textos paralelos
1 Jn 4,1-3; Rm 12,4s; Gal 3,28; Ef 4,4-7; Col 3,11; Flm 1, 6
Mensaje del Evangelio según san Juan 2, 19-23
El Evangelio se sitúa al atardecer del primer día de la semana y describe a los discípulos encerrados, con las puertas bien trancadas por temor a las autoridades judías. El miedo los tiene aislados, el temor que es el gran enemigo del amor (1 Jn 4,18) y predomina sobre la esperanza. Es en estas circunstancias que Jesús se hace presente en medio de ellos cumpliendo así su promesa (Jn 14,19; 16,22). La presencia de Jesús rompe las barreras impuestas por el temor, para hacer presente en medio de los suyos la veracidad de su victoria sobre la muerte. En primera instancia Jesús les saluda anunciándoles la paz, luego les da pruebas de su presencia mostrándoles sus heridas que lo identifican como el crucificado, no es una aparición, es el mismo Jesús que se muestra ahora resucitado. De esta forma el reencuentro con Jesús rompe las ataduras del miedo y genera una explosión de alegría y júbilo por volver a ver al Maestro.
El segundo saludo de Jesús (20,21-23) introduce tres temas: el envío, el poder del Espíritu y el perdón de los pecados. Jesús había recibido de Dios la misión de anunciar el Reino que ahora todos los discípulos deberán hacer suya (15,16; 17,18). La misión que Jesús encomienda a sus discípulos se reafirma en la expresión «Como el Padre me envió así yo los envío a ustedes», es decir, que el proyecto del Reino de Dios que Jesús anunció lo deben ahora asumir ellos. Pero para cumplir esta misión es necesaria una “capacidad” que Jesús les confiere otorgándoles el Espíritu Santo, El Señor «sopló sobre los discípulos para comunicarles el Espíritu Santo» (Jn 20,22). Esta acción tiene un claro paralelismo con el acto de la creación del primer ser humano, cuando Dios «sopló en sus narices» (Gn 2,7); también con el mandato del Señor al profeta Ezequiel: «Sopla sobre estos huesos para que revivan» (Ez 37). Como se puede observar son descritos de la misma forma que en el momento de la creación del ser humano, cuando el Señor insuflo en él la vida. Todo esto nos indica que estamos en el origen de una humanidad nueva, una nueva creación.
El Espíritu Santo que es el mismo que ha guiado al Señor (Jn 1,32-34) es donada ahora a los discípulos, para fortalecerlos y guiarlos en la misión a la que el Señor los envía. Y así revestidos de la fuerza del Espíritu serán capaces de perdonar los pecados. La misión que Jesús encomienda, es una oferta de vida plena y de salvación a todos los pueblos, ya que al estar revestidos de este Espíritu Santo que es fuente de vida, en la misión encomendad l Resucitado va a estar siempre junto a sus discípulos «el que recibe a mi enviado me recibe a mí” (Jn 13,20).
Textos paralelos
Mt 28,16-20; Mc 16,14-18; Lc 24,36-49.
Colaborador: Javier Silva
Sección Animación Bíblica de la Pastoral
Área de Evangelización – CEB
