Señor, que nuestra comunión sea signo de tu Reino
Pasajes adicionales de las Escrituras
Romanos 12,9-13 | Ámense de corazón unos a otros como hermanos. |
Salmo 41,1-2 | Feliz quien atiende al desvalido. |
Reflexión
Con estas palabras ‒ “vete y haz tú lo mismo” ‒ Jesús nos envía a cada uno de nosotros, y a cada una de nuestras Iglesias, a vivir el mandamiento del amor. Inspirados por el Espíritu Santo, somos enviados a ser “otros Cristos”, acercándonos a la humanidad sufriente con compasión y misericordia. Al igual que hizo el Buen Samaritano con el hombre herido, nosotros podemos elegir no rechazar a los que son diferentes, sino cultivar una cultura de la proximidad y la bondad.
¿Cómo interpela mi vida la invitación de Jesús: “vete y haz tú lo mismo”? ¿Qué consecuencias tiene esta llamada de Cristo para mis relaciones con los miembros de otras Iglesias? ¿Cómo podemos dar juntos testimonio del amor de Dios en la caridad? Como embajadores de Cristo (cf. 2 Co 5,20), estamos llamados a reconciliarnos con Dios y entre nosotros, para que la comunión eche raíces y crezca en nuestras Iglesias y en las zonas afectadas por conflictos intercomunales, como el de la región de Sahel. A medida que aumente la confianza mutua, estaremos más dispuestos a mostrar nuestras heridas, incluidas las heridas eclesiales, para que el amor de Cristo pueda visitarnos y sanarnos a través del amor y el cuidado de los demás. Luchar juntos por la unidad de los cristianos ayuda a reconstruir las relaciones, para que la violencia pueda dar paso a la solidaridad y la paz.