DOMINGO SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Mensaje del libro de los Hechos de los Apóstoles 1,1-11
Luego que el Señor se les apareció durante 40 días hablándoles del Reino y dándoles pruebas de que había resucitado como les había anunciado, les promete que va enviar el Espíritu Santo que les capacitará para ser sus testigos hasta los confines de la tierra. La presencia del Espíritu les ayudará a disipar la limitada expectativa de la Buena Nueva que aún tienen, porque siguen esperando todavía la restauración del reino de Israel. El Espíritu les abrirá la visión universal del Reino de Dios como el horizonte de su misión y de su testimonio, es decir, amplía expresamente el campo misionero de la Iglesia, que parte de Jerusalén, pasa por Judea, por Samaría, hasta llegar a los confines de la tierra. En esta tarea el anuncio de Jesucristo Resucitado será el punto central de la misión encomendada, su mensaje y sobre todo la esperanza de su presencia definitiva: “vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Hch 1,11).
Textos paralelos
Lc 24,42s; Lc 24,36.49; Dan 2,21; Mt 24,36; 1 Tes 5,1s; Lc 24,47s; 2 Re 2,9-13; Lc 24,50s.
Mensaje de la carta a los Efesios 1,17-23
El apóstol ruega para que los suyos alcancen el conocimiento, a fin de que comprendan la grandeza a la que han sido llamados. A su vez la oración de Pablo es una afirmación acerca del poder y la riqueza de Dios que se ha mostrado en Cristo, son mucho más grandes que todos los poderes imaginables (principados, potestades, dominaciones). Dios ha resucitado de la muerte a este Jesús, le ha dado la gloria celestial y lo ha hecho cabeza de la iglesia y para ser en todo el Primero (cf. Col 1,18). De ahí se puede afirmar que todo creyente junto al Señor glorificado comienza a vivir en una nueva creación, una nueva vida.
Textos paralelos
Col 1,3s.9; Sal 8,7; 1 Cor 15,24.28; Col 1,18s.
Mensaje del Evangelio de san Marcos 16, 15-20
La aparición del Señor se describe en dos partes: la primera contiene las últimas palabras del Señor Resucitado, que poseen una relevancia muy especial. La segunda describe la ascensión de Jesús a los cielos y a su entronización a la derecha de Dios Padre, seguida de la salida en misión de los Once con la asistencia del que los acompaña con señales.
En la primera parte Jesús aparece con la autoridad de Señor Resucitado que va a entrar en la gloria celestial, antes de hacerlo da las últimas instrucciones a sus Apóstoles (cf. Mt 28,16), que empieza con un mandato imperioso a la misión. La tarea que les encomienda es inmensa: proclamar la Buena Nueva de la salvación tiene un carácter universal, que se resalta de dos maneras: a) los discípulos están llamados a recorrer “todo el mundo”. b) deben anunciar el evangelio “a toda creación”. Tarea que solo será posible con la ayuda del Resucitado y la fuerza del Espíritu Santo: “serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).
En la segunda parte, la ascensión de Jesús es descrita como una elevación al cielo. Esta expresión tiene un gran contenido cristológico, que está presente de forma significativa en san Pablo (cf. Rom 5,1; 1 Cor 1,7; 5,4; Gal 6,14) y en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 1,21; 4,33; 7,59; 8,1). La elevación al cielo recuerda además la imagen bíblica de la ascensión de Elías, mencionada en 2 Re 2,11 y 1 Mac 2,58. Pero la excelencia del Señor Jesús, está por encima de todo otro personaje, porque expresa en su entronización a la derecha de Dios (cf. Sal 110,1) sólo Él posee la dignidad divina que lo sitúa en igualdad con el Padre.
Tras este mandato a sus discípulos, el Señor resucitado entra definitivamente en la gloria de Dios Padre: “Se sentó a la derecha de Dios” (Mc 16,19). La Ascensión no significa que Jesús deja de estar con los suyos (cf. Mt 28,20). En efecto en la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, nos invita a no quedarnos mirando el cielo, sino a mirar los acontecimientos de la vida: “hombres de galilea ¿Qué hacen ahí mirando al cielo? es entonces que los discípulos: “salieron a predicar por todas partes” (Mc 16,20), de “Jerusalén a Judea y Samaría llegando hasta los confines del mundo” (Hch 1,8). Es en la misión de anunciar la Buena Nueva, que el Señor confirma su presencia: “con las señales que la acompañaban” (Mc 16,20).
La Ascensión de nuestro Señor Jesucristo no significa el final, por el contrario, esta marca un nuevo inicio que implica una comunión más profunda con Jesús Resucitado, una comunión que será plena al final de los tiempos.
Textos paralelos
Lc 24,36-49; Jn 20,19-23; 1 Cor 15,5; Mt 28,18-20; Mt 10,1 par; Hch 1,8; Lc 24,50-53; Hch 1,3-14; 2,33.
Colaborador: Javier Silva
Sección Animación Bíblica de la Pastoral
Área de Evangelización – CEB