DOMINGO 31 DURANTE EL AÑO (CICLO B)
PRIMERA LECTURA: Dt 6,2-6: Escucha, Israel: Amarás al Señor con todo el corazón.
En el libro del Deuteronomio, compuesto a manera de un discurso de despedida de Moisés, encontramos el inicio de la oración judía:“Shemá Israel” – escucha Israel- que los fieles recitan tres veces al día, especialmente por la mañana. Es el texto que nos ofrece la liturgia de hoy. Este pasaje bíblico a lo largo de los siglos se hizo una oración conocida por toda familia israelita, precisamente por el consejo que da el Deuteronomista al final de esta lectura: “Graba en tu corazón estas palabras…” (v.6). Pues, no es suficiente tener unas leyes -buenas que sean- escritas en los libros, sino han de ser “escritas en los corazones”, es decir, tienen que ser acogidas y vividas desde una actitud de amor. En este contexto se comprende “el mandamiento” de amar a Dios, que es el corazón de la Ley.
SEGUNDA LECTURA: Hb 7,23-28. Como permanece para siempre, posee un sacerdocio inmutable.
El autor sagrado de la “carta” a los Hebreos presenta una reflexión profundamente cristológica. En el pasaje de hoy habla del Sacerdocio de Cristo que, a diferencia del sacerdocio del Antiguo Testamento, es único y definitivo porque Él hizo su Sacrificio “de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo.” (v.27). El Sacrificio de Cristo fue aceptado por Dios (Rm 6,10) y una vez resucitado, intercede por nosotros ante Dios como el verdadero Sumo Sacerdote que vive eternamente (v.25).
EVANGELIO: Mc 12,28b-34. Amarás al Señor, tu Dios. Amarás a tu prójimo.
San Marcos presenta varias polémicas de Jesús con los representantes religiosos del judaísmo. En este contexto tenemos la pregunta de uno de los escribas, expertos en la interpretación de la Ley: ¿Cuál es el primero de los mandamientos? Evidentemente, hasta los más eruditos, tenían problema de orientarse en la cantidad de prescripciones que contenía la Ley judía. Jesús, sin embargo, responde, acudiendo al mandamiento más conocido por el judaísmo: Ama a Dios de todo corazón (Dt 6,4-5) y añade el amor al prójimo (Lev 19,18). Lo notable aquí es que al mandamiento del amor al prójimo se le da el mismo rango que al amor de Dios. Los dos están estrechamente unidos: no se puede separar el amor a Dios del amor al prójimo. A continuación, Jesús elogia al escriba quien se identifica con la respuesta de Jesús y considera el mandamiento del amor más que todos los sacrificios. Pero no es suficiente con saberlo; se requiere practicarlo. Jesús enseña a unir el amor a Dios y al prójimo en su oblación cruenta en la cruz. Es la prueba más grande del amor de Jesús a los humanos.
Preguntas de reflexión
Jesús me dice que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables, ¿cómo llevo a la práctica esta enseñanza en mi familia, en mi trabajo y en mis actividades de cada día?
Hoja Dominical «Día del Señor»