25 noviembre,2024
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“La evangelización en los nuevos areópagos” (Hch 17,16-34)

Encuentros de formación misionera en torno a Hechos de los Apóstoles

Texto: Hechos 2,42-47; 20,7-12

Mientras los esperaba en Atenas, Pablo se indignaba al observar la idolatría de la ciudad. En la sinagoga discutía con judíos y con los que temen a Dios; en la plaza pública hablaba a los que pasaban por allí. Algunos de las escuelas filosóficas de epicúreos y estoicos entablaban conversación con él; otros comentaban: “¿Qué querrá decir este charlatán?” Otros decían: “Parece un propagandista de divinidades extranjeras”. Porque anunciaba a Jesús y la resurrección.

Lo llevaron al Areópago y le preguntaron: “¿Podemos saber en qué consiste esa nueva doctrina que expones? Dices cosas que nos suenan extrañas y queremos saber lo que significan. Porque todos los atenienses y los extranjeros que residen allí no tienen mejor pasatiempo que contar y escuchar novedades”. Pablo se puso en pie en medio del Areópago y habló así: “Atenienses, veo que son hombres sumamente religiosos. Cuando estaba paseando y observando sus lugares de culto, encontré un altar con esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Ahora bien, yo vengo a anunciarles al que adoran sin conocer. Es el Dios que hizo cielo y tierra y todo lo que hay en él. El que es Señor de cielo y tierra no habita en templos construidos por hombres ni pide que le sirvan manos humanas, como si necesitase algo. Porque él da vida y aliento y todo a todos. De uno solo formó toda la raza humana, para que poblase la superficie entera de la tierra. Él definió las etapas de la historia y las fronteras de los países. Hizo que buscaran a Dios y que lo encontraran aun a tientas. Porque no está lejos de ninguno de nosotros, ya que en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos de los poetas de ustedes: porque somos también de su raza. Por tanto, si somos de raza divina, no debemos pensar que Dios es semejante a la plata o el oro o la piedra modelados por la creatividad y la artesanía del hombre.

Ahora bien, Dios, pasando por alto la época de la ignorancia, manda ahora a todos los hombres en todas partes a que se arrepientan; porque ha señalado una fecha para juzgar con justicia al mundo por medio de un hombre que él designó para esto. Y a este hombre lo ha acreditado ante todos resucitándolo de la muerte”.

Al oír lo de la resurrección de los muertos, unos se burlaban, otros decían: “En otra ocasión te escucharemos sobre este asunto”. Y así Pablo abandonó la asamblea. Algunos se juntaron a él y abrazaron la fe; entre ellos Dionisio el areopagita, una mujer llamada Dámaris y algunos más.

Estudiando y meditando

Este pasaje nos muestra cómo el apóstol Pablo inaugura el encuentro entre el cristianismo de los orígenes y la cultura griega, dando los primeros grandes pasos en la síntesis de esos dos mundos. Pablo llega a Atenas y comienza a predicar en la plaza y los eruditos lo llevan al Areópago, lugar donde el consejo de los sabios y ancianos dirimían cuestiones de interés público.

San Pablo demuestra dos actitudes valiosas que merecen ser aprendidas: la confianza y la acogida.

La confianza a pesar de la desconfianza de sus interlocutores y de haber sido acorralado en el Areópago. Su confianza y valentía nace en Dios, confía en la grandeza de Dios que obra también en la debilidad, más bien en la debilidad. Jesús elige a los pequeños, en el contexto del texto, a los que están arrinconados por sabios y conocedores, y se vale de ellos para dar a conocer la inmensidad de su amor y su predilección: “Lo que parece debilidad en Dios es más fuerte que todo lo humano”, “escogió a los que el mundo tiene por débiles, para avergonzar a los fuertes” (1 Co 1,25.27).

La acogida que implica reconocer y acoger las semillas de Dios que están sembradas en la vida de las personas y sembrar la buena noticia en el terreno de su existencia; reconociendo que Dios nos precede y que ya está presente en la vida de las personas, de las comunidades. Así actúa Pablo, reconoce la dignidad de sus interlocutores y acoge con sencillez y sabiduría su sensibilidad religiosa y sobre esa base anuncia la Buena Nueva.

Reflexionemos

¿Cómo reaccionamos en circunstancias como las que vivió el apóstol Pablo? Frente a las adversidades ¿Confiamos en la acción de Dios?

¿Acogemos las semillas de Dios en las personas que encontramos?

Celebrando

1. Leemos nuevamente el texto bíblico. Después de un momento de silencio, compartimos la frase del texto bíblico que más nos llama la atención y cómo la asumimos en nuestra vida.

2. Orar en comunidad con el Salmo 91.

El que habita al amparo del Altísimo y pernocta a la sombra del Todopoderoso, diga al Señor:
Tú eres mi refugio y mi alcázar, mi Dios en quién confío.

Sólo Él te librará de la red y te defenderá de la peste funesta; te cubrirá con sus plumas,
y bajo sus alas te refugiarás su brazo será escudo y coraza.

No temerás el espanto nocturno, ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas, ni la plaga que acecha a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil, diez mil a tu derecha, a ti no te alcanzarán.
Basta con que abras tus ojos, para ver la paga de los malvados, porque hiciste del Señor tu refugio, del Altísimo, tu morada.

No se te alcanzará la desgracia ni la plaga se acercará tu tienda,
porque a sus ángeles ordenará que te guarden en tus caminos.

Te llevarán en sus palmas, para que tu pie no tropiece en la piedra.
Caminarás entre leones y víboras, pisotearás cachorros y dragones.

Porque me ama, lo libraré, lo protegeré porque me reconoce. Me llamará y le responderé, estaré con él en la angustia,
lo defenderé y honraré. Lo saciaré de larga vida y le haré ver mi salvación.

3. Se hacen peticiones espontáneas.

4. Cada persona expresa un compromiso de vida.

Preparando el próximo encuentro

 

En el próximo encuentro reflexionaremos en torno a varios textos del libro de los Hechos, sobre el prendimiento y liberación de los testigos de Jesucristo.

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