COMENTARIO BÍBLICO (Domingo 22 durante el año ciclo B)
PRIMERA LECTURA: Dt 4,1-2.6-8. No añadan nada a lo que yo les ordeno… observen los mandamientos del Señor.
Este texto es una presentación solemne de la Ley al pueblo de Israel. Junto con otros textos del Deuteronomio, se leía en la fiesta de los Tabernáculos que se celebraba en el mes de Elul (septiembre) para agradecer por la cosecha y recordar el don de la Ley recibido en el Sinaí. En el inicio de este pasaje tenemos la invocación: «Israel escucha» (v.1). Es una invitación de posicionarse ante Dios quien habla. La Ley no son solo unas prescripciones a cumplir, sino la Palabra de Dios que actúa en la historia y la cercanía de Dios que se comunica (v.7). Por eso es un privilegio de tenerla. Guardar y practicarla es una verdadera sabiduría e inteligencia. Es necesario vivir el hoy de ese Dios que se aproxima a su pueblo.
SEGUNDA LECTURA: St 1,17-18.21b-22.27. Pongan en práctica la Palabra.
En la carta de Santiago se recoge el eco de la teología de la Palabra del Antiguo Testamento: tener la actitud de escucha es la verdadera sabiduría. Más bien, si se trata del evangelio que es la palabra de verdad que nos engendró (v.18), es la palabra de salvación sembrada en nosotros que hemos de recibir (v.21) y la palabra que hemos de practicar (v.22). La escucha auténtica es aquélla que es activa y se concreta en hacer el bien a aquéllos que más lo necesitan y de alejarse de todo lo que es mal.
EVANGELIO: Mc 7,1-8.14-15.21-23. Dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres.
El episodio del evangelio de san Marcos, que corresponde a este domingo, trata el tema de las prácticas externas religiosas. Lastimosamente a eso se ha reducido la práctica de los fariseos y de algunos círculos religiosos de Jerusalén. En su afán de mantenerse puros frente la Ley se olvidaron de su verdadero sentido. Jesús recuerda que la Ley es sobre todo la Palabra de Dios que revela el rostro misericordioso del Padre. Por eso, habla de la pureza del corazón. El corazón representa en la Biblia el centro de una persona: sus pensamientos, opciones, sentimientos e intenciones. El humano está llamado a «amar a Dios de todo su corazón» (Dt 6,5), es decir, dejarse transformar por el amor misericordioso de Dios.
Preguntas de reflexión
¿Cómo podría describir los principales rasgos de mi fe cristiana?
¿Me dejo transformar por el Espíritu de Jesús, el único que da vida a mis prácticas externas?
Hoja Dominical «Día del Señor»