PRIMERA LECTURA
La lectura de Deuteronomio 4, 1-2. 6-8, nos llama a vivir en armonía con la Creación, reconociendo que las leyes de Dios nos guían hacia un cuidado responsable del mundo natural. Al obedecer estos preceptos, no solo aseguramos nuestra vida y bienestar, sino también el de la tierra, que es un don sagrado de Dios. Cuidar la Creación es, por lo tanto, una expresión de nuestra fidelidad a Dios y una manifestación de sabiduría y prudencia. Estamos llamados a ser un ejemplo de cómo vivir en sintonía con la voluntad divina, protegiendo y preservando el entorno que nos ha sido confiado.
SALMO RESPONSORIAL
El Salmo 14, 2-5 nos invita a reflexionar sobre la rectitud y la justicia como cualidades esenciales para habitar en la “Casa de Dios”, y nos inspira a extender estos principios al cuidado de la Creación. Así como el justo no hace mal al prójimo, tampoco debemos hacer daño a nuestra “casa común”, la tierra que Dios nos ha confiado. Cuidar el medio ambiente es una expresión de nuestra justicia, rechazando toda forma de explotación o daño a la naturaleza. La pregunta “Señor, ¿quién se habitará en tu Casa?” nos recuerda que vivir en armonía con la Creación, actuando con integridad y respeto hacia todos los seres vivos, es clave para ser dignos de habitar en la casa del Señor y preservar nuestro hogar común para las futuras generaciones.
SEGUNDA LECTURA
La carta de Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27, nos recuerda que todo lo bueno y perfecto proviene de Dios, quien nos ha dado la Creación como un don precioso y nos ha llamado a ser las “primicias de su creación”. Este llamado nos invita a cuidar la tierra con gratitud y obediencia, poniendo en práctica la Palabra de Dios que nos guía a vivir en armonía con el mundo natural. La verdadera religiosidad, según Santiago, se manifiesta en el cuidado de los más vulnerables y en no contaminarnos con el mundo, lo que incluye rechazar las prácticas que dañan el medio ambiente y adoptar un estilo de vida sostenible. Así, somos llamados a proteger y preservar la Creación como un acto de justicia y amor, asegurando que este don divino se conserve para las generaciones futuras.
EVANGELIO
El Evangelio de Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23; nos invita a reflexionar sobre la autenticidad de nuestras acciones hacia la Creación, enfatizando que el verdadero cuidado del medio ambiente debe surgir de un corazón puro y una conciencia sincera. Jesús critica el enfoque en tradiciones externas, llamándonos a centrarnos en la pureza interior, pues lo que realmente contamina es lo que sale del corazón: malas intenciones, codicia y egoísmo. Así, el cuidado de la Creación no debe ser solo un cumplimiento superficial de normas, sino una expresión genuina de respeto y amor por la obra de Dios. Al purificar nuestras intenciones y actuar con integridad, podemos proteger la casa común de manera que refleje nuestra fe y devoción auténtica.
A MODO DE CIERRE
A lo largo de estas reflexiones, hemos visto cómo las Escrituras nos llaman a un cuidado genuino y profundo de la Creación, que va más allá de cumplir normas externas y se arraiga en un corazón purificado y sincero. Tanto en la obediencia a los mandamientos de Dios como en la autenticidad de nuestras acciones, se nos invita a reconocer la Creación como un don sagrado que debemos proteger con justicia, amor y respeto. El cuidado de nuestra “casa común” es una manifestación de nuestra fe y devoción, y solo cuando nuestras acciones ecológicas brotan de un compromiso interior verdadero, seremos capaces de honrar plenamente a Dios y asegurar que este don divino sea preservado para las generaciones futuras. Como nos recuerda el Papa Francisco en Laudato Si’, “todo está relacionado, y todos nosotros, seres humanos, estamos unidos como hermanos y hermanas en un maravilloso peregrinaje” (LS 92). Sigamos este camino con integridad, cuidando de la Creación con amor y responsabilidad.
Por E. Marcial Riveros Tito