PRIMERA LECTURA: Pr 9,1-6. Coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé.
El autor toma un estilo parabólico más desarrollado que el sencillo proverbio. En tal virtud, el texto recuerda más una parábola evangélica sobre el Reino de Dios explicado como un banquete. La imagen de la Sabiduría que edifica su casa con las siete columnas nos sitúa en el ambiente del palacio real. El convite con guisados y buenos vinos retoma imágenes proféticas de la era mesiánica. La solemne proclama hecha por los criados en los puntos que dominan la ciudad indica la urgencia de la invitación. Se invita a los inexpertos y los faltos de juicio que todavía pueden optar por el camino de la Sabiduría. El texto muestra el deseo de la Sabiduría (atributo de Dios) por comunicarse con los seres humanos.
SEGUNDA LECTURA: Ef 5, 15-20. Traten de saber cuál es la voluntad del Señor.
San Pablo invita a la sensatez, consecuencia práctica de la fe. En la literatura sapiencial, el sabio huye del mal, evita el exceso de vino y el libertinaje; en definitiva, cumple la voluntad de Dios. La Oración ocupa una parte importante en la vida de los creyentes reunidos en comunidad. Los salmos, himnos y cánticos inspirados nos recuerdan las costumbres judías en las cenas de la época, referencia a la Eucaristía, celebración por excelencia de los cristianos. Según las costumbres judías, la alabanza y la acción de gracias no se reduce a los momentos oficiales de la oración, sino que toda la jornada está jalonada de bendiciones que dan un sentido de fe a los objetos, personas y circunstancias de la vida de cada día. Con mayor razón, los cristianos hemos de orar «en todo momento. «La parte final del texto es netamente trinitario: la Iglesia celebra la protección de Dios Padre en nombre de Jesucristo por el Espíritu Santo.
EVANGELIO: Jn 6,51-58. Mi carne es la verdadera comida, y mi sangre, la verdadera bebida.
El texto entra de lleno en la clave eucaristica: «El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo» es una fórmula aramea en la que «carne» sustituye a «cuerpo» para designar la realidad de la persona humana. «Para la vida» traduce la preposición griega «hyper», que en los relatos de la institución de la Eucaristía denota el carácter sacrificial y expiatorio de la muerte de Cristo. «Mundo» acentúa el sentido universalista de la salvación. Las murmuraciones de los judíos (v.52) nos recuerdan las de sus antepasados ante Moisés en la travesía del desierto de Sinaí. La Eucaristía proporciona una comunión real de vida y destino con Jesús Resucitado, nos hace vivir «por Cristo», que es vida «para siempre.» La clave de comunión es, además, típica de la teología de san Juan: Comunión de Cristo con el Padre (10,38; 14,10-11), del discípulo con Jesucristo (15,4-10) y del creyente con el Padre y con Cristo (17,21-23). Por tanto, Cristo supera las expectativas del AT: Él nos nutre con el Pan de la Eucaristía.
Preguntas de reflexión:
¿Sé encontrar momentos de oración, de adoración, de alabanza para estar en Presencia de Jesús?
¿Qué criterio rige mi vida? ¿el de Dios o el de los humanos?
Hoja Dominical «Día del Señor»