DOMINGO 5 DE PASCUA
Mensaje de los hechos de los Apóstoles 9, 26-31
San Pablo después de su encuentro con el Señor sube a Jerusalén, buscando unirse al grupo de los discípulos, la tarea no le es muy fácil ya que todos lo recordaban como un perseguidor de la comunidad cristiana y tenían desconfianza de él. Será a través de Bernabé, que el Apóstol entre en contacto con los discípulos y les hace saber cómo había sido su conversión camino de Damasco, y que desde ese mismo momento comenzó a predicar el mensaje de Jesús y cuantos le escuchaban quedaban desconcertados, porque sabían que tenía el encargo de perseguir a los cristianos, lo que provocó el rechazo de los judíos y tuvo que huir de ese lugar. Así llegó a Jerusalén donde se puso a proclamar el nombre del Señor, pero las controversias con los judíos le acarrearon persecuciones. Sus compañeros decidieron sacarlo de la ciudad encaminándolo hacia Tarso.
Textos paralelos
Gal 1,18s; Hch 22,17-21; Hch 2,41; 1 Cor 8,1.
Mensaje de la 1° Carta de san Juan 3, 18-24
San Juan insiste una vez más que debemos permanecer en el amor de Dios, pero en un amor que no se contenta con hermosas palabras; pues debemos amar como Cristo nos ha amado, porque en Él: «hemos conocido lo que es amar: en que Él dio la vida por nosotros» (v. 16). Lo importante es poner en práctica este amor, es decir, lo principal de esta praxis es que la fe en Jesucristo implica necesariamente el amor que se transforma en obras hacia los hermanos. Así es como podremos saber que estamos con Dios y que tenemos su Espíritu.
Entonces lo verdaderamente decisivo para todo creyente es creer que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y el de cumplir su mandamiento de amor. Por lo tanto, el que cree en el nombre del Señor “permanece con Dios y Dios con Él y con todos nosotros por el Espíritu que nos ha dado.”
Textos paralelos
Mt 7,21; Sant 1,22; Mt 7,7-11 par; Jn 14,13s; Jn 14,21-23.
Mensaje del Evangelio según san Juan 15, 1-8
En el capítulo 14, Jesús pone de relieve la unión profunda que tiene con el Padre, y por consiguiente con los suyos (cf. 14,20). En el Evangelio Jesús utiliza una imagen muy conocida por el pueblo como es el de la vid y sus sarmientos para dar a entender esta unión, de esta manera Jesús no sólo recalca que la unidad entre Él y los suyos es una unión íntima, sino que es de trascendental importancia porque a través de ella y solo permaneciendo en Él que se podrá dar muchos y buenos frutos.
El texto inicia con las palabras: «Yo soy la vid verdadera». Que hace referencia a la célebre expresión propia del Evangelio de san Juan: “yo soy” a las que se las conoce también como los discursos de revelación (cf. Yo soy el Mesías 4,26: el pan de vida 6,35.41.48.51; la luz del mundo 8,12; 9,5; la puerta de las ovejas 10,7.9; el buen pastor 10,11.14; el Hijo de Dios 10,36; la resurrección 11,25; el camino, la verdad 14,6; la vida 11,25;14:6). Por otro lado, en el A.T. al pueblo de Israel muchas veces se lo identifica con la vid o la viña (cf. Salmo 80,8-16; Isaías 5,1-7; Jeremías 2,21; Ezequiel 15 y 19). Con la particularidad de que con esta imagen se muestra muchas veces la infidelidad del pueblo hacia Dios (cf. Is 5,1-7; Jer 2,21; 5,10; Ez 15,1-8; 17,5-10; 19,10-14; Os 10,1; Sal 80,9-17). Como nos lo relata el canto de la viña del profeta Isaías (cap. 5) donde la viña representa al pueblo de Dios, que no ha dado frutos buenos, por lo que se la debe arrancar.
En el Evangelio se asevera que el viñador es el Padre, que arroja a los sarmientos que no dan fruto, pero aquellos que producen las poda para que puedan dar más frutos. Por ello el texto afirma que Jesús es la vid verdadera la que no defrauda, porque está en íntima comunión con el Padre y en absoluta obediencia a su proyecto de salvación.
Esta unión es la que el discípulo debe poner en práctica; el de permanecer en Él. El término “permanecer” es muy frecuente en el Evangelio de san Juan, pues podemos notar que en el Evangelio este término aparece siete veces, con lo que el autor quiere destacar la intercomunión que existe entre el Padre y el Hijo, que es la que debe existir entre el Hijo y los discípulos, teniendo esta comunión una característica profundamente vivencial (cf. Jn 6,56; 14,10-11; 15,5).
En este sentido, el sarmiento tiene que estar firmemente unida a la vid, si no quiere secarse. Es decir, que el discípulo no ha de buscar al Señor de vez en cuando, de forma ocasional; al contrario, su entrega debe ser total, debe dejarlo todo y hacer suyo el proyecto de salvación, porque un sarmiento que se separa de la vid, no da fruto. Estar unido a la vid, que es Cristo, significa aceptar y poner en práctica su estilo de vida, es vivir en comunión con Él, es dejarse guiar por Él, para dar frutos abundantes que agraden a Dios.
Textos paralelos
Is 5,1-7; Ez 15,1-8; Mt 3,10; 13,30-40
Colaborador: Javier Silva
Sección Animación Bíblica de la Pastoral
Área de Evangelización – CEB