4to DOMINGO DE PASCUA
Mensaje de los Hechos de los Apóstoles 4,8-12.
El fragmento del libro de los Hechos que leemos hoy corresponde al discurso de Pedro ante el sanedrín, luego de haber sido encarcelado con motivo de la curación de un cojo de nacimiento y de las alocuciones al pueblo, hechos considerados «subversivos» por las autoridades religiosas de Israel.
Pedro y Juan continúan dando testimonio en Jerusalén: «los perseguirán… por causa de mi nombre; así tendrán ocasión de dar testimonio» (Lc 21,12.13). La comunidad cristiana persevera en oración y pide fuerza para proseguir con valentía anunciando la Palabra de Dios: “Cuando los conduzcan a las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en aquel momento lo que deben decir» (Lc 12, 11.12).
Pedro presenta a Jesús como la “piedra que fue rechazada por los constructores y se ha convertido en piedra angular”. Estas palabras presentes en el Salmo 118, 22 se aplican por primera vez a Jesús, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, posiblemente porque la escena ocurre en el templo, y el lenguaje toma un sentido mesiánico y eclesial: “Son familiares de Dios, pues fueron edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús como piedra angular. Por obra suya, la construcción se va levantando compacta para formar un templo santo en el Señor” (Ef 2,19-21).
Mensaje de la primera carta del Apóstol San Juan 3,1-2.
La segunda lectura se identifican dos temas: Por una parte, la experiencia de la filiación divina, del hacer parte de la familia de Dios, con el gozo, la paz y el amor que de aquí se derivan. Y, por otra parte, la promesa de la plenitud de la filiación, cuando seamos semejante a él porque le veremos tal cual es.
En definitiva, el pleno conocimiento de Dios coincidirá con el pleno conocimiento de que somo hijos de Dios. Cuando llegue ese día, en el que veamos a Dios cara a cara, sabremos lo que somos y por su gracia seremos semejantes a ÉL. Nuestro Padre nos alzará a la altura de sus ojos para que nos veamos y reconozcamos en ÉL, y se manifestará como un Dios que es amor y que los que aman a los demás sin hacer acepción de personas, son los que han nacido de Dios.
Mensaje del Evangelio según san Juan 10, 11-18
La expresión ‘Yo soy el buen pastor», quiere indicar, no sólo el buen pastor por oposición al malo, sino que quiere significar el «auténtico», el pastor por excelencia que cumple las esperanzas y promesas de los profetas (Jr 23,5-6; Ez 34,15-16; Is 40,11; Za 12,10; 13,7-9). Declarándose como el buen pastor, Jesús se presenta como Mesías esperado.
La parábola opone al buen pastor al pastor que es asalariado, esta cobra por sus servicios de custodiar el rebaño, porque él no es el pastor, ni las ovejas le pertenecen, por lo que no las ama, ni las defiende, y cuando viene el peligro solo salva su propia vida y el rebaño se dispersa. El buen pastor, por el contrario, hace frente al peligro, defiende a sus ovejas, aun ofreciendo su vida, que en lugar de huir se enfrenta al lobo.
Yo soy el buen Pastor , repite Jesús; como se llama dos veces «la puerta» del redil, así se llama Pastor dos veces para aplicarse sucesivamente las cualidades del buen pastor; éste conoce una a una sus ovejas, y las ovejas le conocen a él: así Jesús: Y conozco mis ovejas, y las mías me conocen : es conocimiento recíproco de amor; y cuanto más se conocen recíprocamente, más se aman, porque el conocimiento engendra amor, y el amor, conocimiento. Cuán íntimo sea este conocimiento, lo expresa con altísima comparación; Como el Padre me conoce, así conozco yo al Padre; esta vida íntima, de conocimiento y amor, que une al Padre y al Hijo, une también, aunque en otra forma y medida, a Jesús y sus ovejas
Jesús comunica vida y amor por la fe y la gracia. Prueba de este amor generoso de Jesús es que da su vida por todos “doy mi vida por mis ovejas”.
Colaborador: Javier Silva
Sección Animación Bíblica de la Pastoral
Área de Evangelización – CEB
