DOMINGO, 6 DURANTE EL AÑO
Mensaje del Levítico 13,1-2.45-46.
La primera lectura nos recuerda las prescripciones de la Ley con respecto a la enfermedad de la lepra, que era interpretada como una maldición de Dios, un castigo por las faltas personales o familiares cometidas. Se trata de medidas sumamente severas que obligaban al leproso a vivir solo, separado de la comunidad, fuera de los pueblos y ciudades y mucho más de los lugares considerados sagrados. Si se acercaban a un lugar habitado o se cruzaban con alguien en el camino, estaban obligados a gritar “¡Impuro, impuro!”, manifestando su condición de enfermo para evitar que alguien se le acerque: «El que haya sido declarado enfermo de lepra, andará harapiento y despeinado, con la barba tapada y gritando: «¡Impuro, impuro!» Mientras le dure la lepra, seguirá impuro: vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento» (Lv 13, 45-46).
Textos paralelos
Nm 12,10-15; Dt 24,8s; Lc 18,11-19.
Mensaje de la carta a los Corintios 1Co 10,31–11,1.
El Apóstol enseña que en todos los ámbitos de la vida se debe integrar la fe que profesamos, incluso lo que se bebe o se come debe ser hecho para gloria de Dios; es decir, toda la actividad humana debe ser regulada por la condición de cristiano que anuncia con su vida el Evangelio de Cristo.
Los cristianos están llamados a la santidad, a elevar los trabajos, las tareas, las preocupaciones, la propia existencia, a la categoría de culto agradable a Dios. La vida se torna significativa, incluso en la rutina y la monotonía, cuando está dedicada a Dios y al servicio de los hermanos.
Textos paralelos
Rom 14,19; 15,2; Flp 2,4; 26: Sal 24,1; 31: Col 3,17; 1 Pe 4,11; 33: Rom 15,2; 1 Cor 10,24.
Mensaje del Evangelio de san Marcos Mc 1,40-45.
El Evangelio relata que Jesús va anunciando la Buena Nueva por la región de Galilea, en ese caminar se le acerca una persona con lepra. Los leprosos en esa época eran considerados personas impuras, y por esta su condición debían permanecer aisladas, lejos de los lugares poblados.
Según la ley el leproso era expulsado, aislado de la comunidad, sin embargo, esta persona en lugar de mantener la debida distancia como especificaba las leyes, se acerca al Señor poniéndose de rodillas delante de Él, y en vez de gritar “¡impuro, impuro!” le suplica: “Si quieres, puedes limpiarme” (v. 40). Según la ley el enfermo de lepra contamina no sólo a las personas que se acercan a él, sino también las cosas que toca y las casas donde entraba, por lo que acercarse y tocarlo significaba contraer impureza. El termino con el que el relato describe la actitud de Jesús ante el leproso, que le pide que lo cure es: “se conmovió hasta las entrañas” (splanjnízomai) es, este conmoverse las entrañas, lo que mueve a Jesús a realizar la curación del leproso. Es la misericordia que siente por la persona que acude a Él y solicita su ayuda. Jesús interioriza el sufrimiento de esta persona dañada en su cuerpo y herida aún más gravemente en su dignidad de ser humano, de hijo de Dios. El Señor se pone incondicionalmente de su lado, toca el cuerpo del enfermo sin temor a ser contaminado, y le transmite la firme seguridad de que ha quedado limpio: “quiero, queda limpio”.
Jesús en vez de rechazar y mantenerse distante del leproso, tiene misericordia, deja que se acerque, extiende la mano lo toca y lo sana, lo libera de la enfermedad, así como de su situación de exclusión y marginamiento, incorporándolo a la vida social y religiosa, así como a la comunidad de la que había sido expulsado. Con este gesto de tocar y curar al enfermo, Jesús nos quiere enseñar que el leproso no es un maldito o que haya sufrido el castigo de Dios como se pensaba entonces, sino que es un ser humano amado por el Padre quien tiene preferencia por las personas marginadas.
Jesús le pide que no diga nada a nadie, que se presente al sacerdote y haga la ofrenda para su purificación como manda la ley. Sin embargo, el ex leproso no guarda silencio, es decir, el que había estado excluido de la sociedad, y que había sido silenciado durante largo tiempo se convierte ahora, en un proclamador de la Buena Nueva de Jesús.
Textos paralelos
Mt 8,2-4; Lc 5,12-16; 44: Lev 14,1-32.
Por: Javier Silva Aparicio
Responsable de la Sección de Animación Bíblica
Área de Evangelización – CEB