La vida de Timoteo
Timoteo nace en Listra (a cerca de 2000 km a Noroeste de Tarso) de madre judía y padre pagano. Cuando Pablo pasa por aquellas tierras al inicio del segundo viaje misionero, elige a Timoteo como compañero porque “gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio” (Hechos 16,2) pero lo hizo circuncidar “en consideración a los judíos que había allí” (Hechos 16,3). Con el Apóstol de las Gentes, Timoteo atraviesa Asia menor y llega a Macedonia. Acompaña luego a Pablo a Atenas y de allí es enviado a Tesalónica. Entonces, prosigue hacia Corinto y colabora con la evangelización de la ciudad sobre el istmo. La figura de Timoteo resalta como la de un pastor de gran importancia. Según la posterior Historia eclesiástica de Eusebio, Timoteo fue el primer Obispo de Éfeso. Algunas reliquias suyas se encuentran desde 1239 en Italia en la catedral de Termoli en Molise, provenientes de Constantinopla.
La vida de Tito
Tito es de familia griega, aun pagana, y es convertido por san Pablo en uno de sus viajes apostólicos para luego volverse colaborador suyo, compañero y hermano en el apostolado. El Apóstol de las Gentes lo lleva consigo a Jerusalén, para el así llamado Concilio apostólico, justo en el momento crucial de la controversia en relación al bautismo de los gentiles. El Apóstol se opone resolutamente a la circuncisión del cristiano de Antioquía, y Tito se convierte en el símbolo viviente del valor universal del cristianismo sin distinciones de nacionalidad de raza y de cultura. Tras la partida de Timoteo de Corinto, Pablo invita a Tito con la tarea de reconducir aquella indócil comunidad a la obediencia, y él logra llevar la paz entre la Iglesia de Corinto y el Apóstol. En Corinto Tito es enviado nuevamente por Pablo – que lo califica como “mi compañero y colaborador” (2 Cor 8,23) – para organizar la conclusión de las colectas en favor de los cristianos de Jerusalén. Ulteriores noticias provenientes de las Cartas Pastorales lo califican como Obispo de Creta.
Dos fieles siervos del Evangelio
Pablo circuncida al discípulo Timoteo y no circuncida a Tito, que lleva también consigo a Jerusalén ante el Concilio de los apóstoles. Así en sus dos colaboradores, Pablo reúne a los hombres de la circuncisión, y a los hombres de la no circuncisión; los hombres de la ley y los hombres de la fe.
Según la tradición, Pablo escribe dos cartas a Timoteo y una a Tito. Son las únicas dos cartas del Nuevo Testamento dirigidas no a comunidades, sino a personas. El Apóstol, ya anciano, se deja llevar a anotaciones ricas de afecto hacia sus dos discípulos, satisfecho por haber puesto en sus manos el anuncio del Evangelio. Según Benedicto XVI, Timoteo y Tito, “nos enseñan a servir el Evangelio con generosidad, sabiendo que eso comporta también un servicio a la Iglesia misma”.
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