La Sagrada Escritura, desde el principio, nos pone frente al misterio que distingue al Dios de Israel de otros dioses (cf. Sal 115). El Dios de Israel, por una iniciativa libre y gratuita de su amor, es el que se comunica con su pueblo para darse a conocer. A través de su Palabra, Dios se revela a Israel, y por medio de Él, a toda la humanidad (cf. Is 42,6-9), invitándonos a establecer un diálogo fecundo, fundado en el amor y en la amistad (cf. Ex 33,11;Is 41,8),mediante el cual Dios quiere comunicamos su propia vida (cf. Jn 10,10) (Dei Verbum 2).
Dios habló de muchos modos a lo largo de la historia, manifestando su Palabra a los profetas (cf. Hb 1,1). Pero, al llegar la plenitud de los tiempos, nos habló por medio de su Hijo, Jesucristo, la Palabra existía desde el principio, y estaba junto al Padre (cf. Jn 1,1). Jesús es la Palabra definitiva de Dios que puso su morada entre nosotros (cf. Jn 1,14) y que, por medio del Espíritu Santo, sigue hablando hoy en la vida de nuestros pueblos para darse a conocer a toda la humanidad (Verbum Domini 7).
Jesús quiere acercarse hoy y ponerse a caminar con nosotros, como lo hizo con los discípulos de Emaús, para acompañarnos en las distintas circunstancias de la vida. La Iglesia nos invita a dejarnos acompañar por Él a través de la lectura creyente y frecuente de la Sagrada Escritura, ya que en Ella descubrimos la Palabra de Dios: lámpara en el camino y luz para nuestros pasos (cf. Sal 119,105).
Hoja Dominical «Día del Señor»
Domingo 25 durante el año.