DOMINGO 24 DURANTE EL AÑO
Mensaje del libro del Eclesiástico 27,30–28,7
La primera lectura recoge la enseñanza del sabio Ben Sira en la que presenta argumentos sólidos para evitar alguna forma de rencor y venganza. El texto refleja la vida cotidiana, los acontecimientos que se dan a diario, donde muchas veces se ve cómo el rencor entre las personas lleva a acciones de venganza, creando un clima de violencia en la comunidad. Por ello el Sabio afirma que: quien se venga y no perdona, no puede esperar otra cosa que venganza. El texto expresa con claridad que la ira, el resentimiento, el rencor no tienen sentido ante el proyecto de salvación de Dios, que son rechazados de forma enérgica, resaltando el acto de perdonar al prójimo, acción que hace que el Señor no tome en cuenta sus culpas. Al recordar que el ser humano es un ser frágil, un simple mortal: “acuérdate de tu fin y deja de odiar”; debe estar dispuesto a escuchar y poner en práctica los mandamientos de Dios: “No tomarás venganza ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (cf. Lv 19,18).
Textos Paralelos
Mt 5,23s; 6,12 par; 6,14s; Mt 18,23-35.
Mensaje de la carta a los Romanos 14,7-9
En la segunda lectura el Apóstol da orientaciones prácticas para que en la comunidad cristiana reine siempre el respeto mutuo y el amor. La existencia de diferencias en la mentalidad y de costumbres entre los cristianos, parece haber creado una cierta división en la comunidad, llegando a producirse acusaciones y censuras que amenazan con romper la integridad de la misma. San Pablo exhorta a la hospitalidad mutua: “por tanto acéptense unos a otros, como también Cristo los aceptó para gloria de Dios” (cf. Rm 15,7). Porque según el Apóstol: “En la vida y en la muerte somos del Señor” (cf. Rm 8,38-39), es decir, que todos pertenecemos a Cristo, por tanto en la comunidad debe reinar siempre el respeto mutuo y el amor. El Señor es el único que juzga y a quien debemos atenernos tanto en la vida como en la muerte. A Él le pertenecemos, ya que murió para vencer a la muerte y resucitó para darnos vida abundante.
Textos Paralelos
1Cor 8,10.14-33; Col 2,16-21; Is 45,23; 49,18; Flp 2,10s
Mensaje del Evangelio de San Mateo 18, 21- 35
La parábola compara la llegada del Reino de Dios, con un rey que viene a arreglar cuentas (cf. Mt 25,19) con sus siervos. En la primera parte de la parábola (Mt 18,23-27), se presenta a uno de los trabajadores que parece haber despilfarrado todo su dinero, y su deuda era inmensamente grande: 10.000 talentos, una deuda realmente imposible de pagar. Si bien la cantidad excede lo imaginable, es para poner de relieve el contraste con los 100 denarios (v. 28) que es la deuda del otro siervo.
Ante la imposibilidad de pagar la deuda, el rey ordena que el siervo venda a toda su familia y sus posesiones, para saldarla. En el v. 26 se inicia un breve diálogo, el siervo súplica poniéndose de rodillas que el rey tenga paciencia con él, con la promesa de pagarle todo. La actitud del rey parece inconcebible debido a que en principio quería esclavizar a toda la familia del siervo, pero se le conmueven las entrañas ante el pedido y la situación del deudor; el rey va más allá de la petición del siervo y le perdona toda la deuda.
En la segunda escena (Mt 18,28-30), el siervo al que se le ha perdonado la deuda, encuentra a un compañero que le debía la cantidad de 100 denarios, suma irrisoria comprada con los 10.000 talentos. Lo agarra del cuello, lo sujeta para impedir que huya y le exige la devolución inmediata del dinero adeudado. Este siervo toma la misma actitud de súplica que tuvo el primer siervo ante el rey, cae de rodillas y hace una petición con las mismas palabras: “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo” (Mt 18,26). Es de esperar que él sintiera misericordia por su deudor y perdonara también la pequeña suma que le debía, del mismo modo que el rey había perdonado su formidable deuda. Sin embargo, este siervo se muestra inflexible con su compañero a diferencia del rey que había tenido misericordia de él. Manda que lo metan en la cárcel para forzarle a saldar su deuda.
En la tercera escena (Mt 18,31-34) se narra la acción de los otros siervos, que entristecidos le informan al rey lo sucedido. Éste llama al primer siervo y le hace la siguiente reflexión: ¿No te perdoné yo a ti toda tu deuda porque me lo suplicaste? ¿No debías tú haberte compadecido de tu compañero como yo me compadecí de ti? El rey había perdonado a este siervo porque sintió misericordia por él y este debía proceder con esa misma misericordia con su propio compañero. Luego el rey lo entregó a los verdugos hasta que pagase toda la deuda.
Textos paralelos
Mt 6,12; Lc 17,4.
Por: Javier Silva Aparicio
Responsable de la Sección de Animación Bíblica
Área de Evangelización – CEB