25 noviembre,2024
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Pauline Jaricot: “La cerilla que enciende el fuego”

El 27 de mayo de 2020 el Papa Francisco aprueba el decreto que reconoce el milagro obrado por intercesión de Pauline, la curación inexplicable científicamente, de una niña de tres años en 2012, cuando se cumplían 150 años del nacimiento de Pauline. La proclamación solemne de la beatificación se celebra el 22 de mayo y es presidida por el cardenal Luis Antonio Tagle y Gokim, arzobispo emérito de Manila, y actual Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.

Pauline, la joven laica

Pauline nace en Lyon, Francia el 22 de julio de 1799; en el seno de una numerosa familia católica, es la última de siete hermanos; sus padres son prósperos comerciantes de textiles, lo que les permite vivir sin privaciones materiales. Con 15 años sufre un accidente que la imposibilita un tiempo, pierde a un hermano y a su madre que no puede con la tristeza.

A los 17 años, inspirada en una homilía, decide dar un giro a su vida: de disfrutar de los privilegios que tiene una familia acomodada, a “dedicarse a ganar el cielo con humildad y muchas buenas obras”.

Hace votos privados de castidad perpetua, consagra su vida al Señor y al servicio a los demás sin entrar a la vida religiosa: “mi claustro es el mundo” ¡Su vocación es ser laica! Visita enfermos, asiste a pobres, a personas en situación de calle y prostitutas, los acomoda en los negocios familiares y se acerca a la realidad que viven los obreros en las fábricas.

Pauline, la misionera

Crea la “Asociación de las Reparadoras”, un espacio de oración y encuentro para mujeres obreras, que tiene como centro la adoración de Jesús presente en la Eucaristía y como lema estar siempre dispuestas a dirigirse a todas partes donde el Señor las llame. En ese tiempo Phileas, su hermano que luego llega a ser sacerdote, le cuenta las vicisitudes de las misiones en Asia y le pide que busque alguna forma de recaudar fondos para sostener las misiones.  Paulina, la “Madre de las misiones”, junto a las Reparadoras, se dedicarán a orar por las misiones y a recaudar fondos para sostenerlas.

Pauline, visionaria de la cooperación misionera

Pauline se destaca por su inteligencia práctica. Comprende que la misión necesita de muchos recursos e igual número de contribuyentes. Idea un sistema de recolección con esquema piramidal: cada persona de un círculo de diez, busca a otras diez, formando otro círculo, que donen a la misión semanalmente; las nuevas cien personas buscan cada una otras diez, y así se va tejiendo una red de aportantes interconectados. Cada líder de una decena recoge los aportes de su círculo, el líder de una centena lo propio y así hasta que los aportes llegan a un fondo común. ¡Qué sencillo e ingenioso inicio de la Obra de la Propagación de la fe”!

El Rosario Viviente de Pauline

Pauline vive una intensa vida espiritual e intuye, acertadamente, que la oración es fundamental para toda empresa misionera. Reúne a quince personas que se comprometen a recitar una decena del Rosario y meditar uno de los 15 misterios, así cada día, en distintos lugares y por distintas personas se reza todo el Rosario. Además, cada una de las quince personas hace una contribución económica y debe buscar a otras cinco. ¡Un verdadero tejido de oración-acción!

Compromiso radical con el mundo obrero, con los más necesitados

La industrialización que vive Francia en la primera mitad del s. XIX genera una masa obrera pobre, fácilmente explotable. Pauline se adentra en la realidad de las fábricas, se viste como obrera, comprende la situación de los obreros y sus familias y fiel a su espíritu inteligente y solidario intenta revertir la situación de las fábricas.  Con la fortuna familiar inicia un proyecto para impulsar fábricas inspiradas en el pensamiento social cristiano, vislumbra la necesidad de la promoción del mundo laboral y la justicia equitativa, pero lamentablemente fracasa. Pauline termina en el registro de los ciudadanos indigentes de Lyon.

Pauline, la joven laica llena de intuiciones y aciertos es la “cerilla que enciende el fuego” de la propagación de la fe. “La Obra de la Propagación de la Fe… reconoce hoy toda la parte que corresponde a la intuición, a la iniciativa y al método de esta laica lionesa… ella no fue, según sus propias palabras, nada menos que la primera cerilla que encendió el fuego” (San Pablo VI, 1972).

Artículo publicado en la Revista Bolivia Misionera Nº 25, junio 2022.

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