Una victoria que los cristianos celebramos.
- Ante todo, la fiesta de la Asunta es el día de victoria para Cristo Resucitado. Es el punto central de la salvación y de la historia, el contenido principal de nuestra fe y de nuestra fiesta durante todo el año. Él es el que triunfa de la muerte y del mal, resucitando a una nueva vida, el que lleva a plenitud el plan salvífico de Dios Padre.
- Es fiesta también de la Virgen María, la mejor cristiana, la primera salvada por la Pascua de Cristo, la que ha participado más plenamente de la victoria de su Hijo, pasando también Ella a la gloria de la resurrección. María Santísima que supo entregarse totalmente a Dios, y le fue radicalmente obediente en su vida, es incorporada a la Pascua gozosa de su Hijo. En verdad, Dios “ha hecho grandes cosas en Ella.”
- Fiesta que proyecta esta victoria sobre nosotros, a la Iglesia y a toda la humanidad. Su SÍ a Dios se puede considerar como dado en nombre de todos nosotros. El SÍ de Dios a Ella, desde su concepción hasta su asunción, es un SÍ a todos nosotros: nos asegura que Dios nos prepara el mismo destino a nosotros. Celebrando la victoria de Ella, celebramos la nuestra. Como diremos en el Prefacio: “Ella es figura y primicia de la Iglesia, garantía de consuelo y esperanza para tu pueblo, todavía peregrino en la tierra.”
La Eucaristía, inicio de Asunción
La Eucaristía es cada vez anuncio de la Muerte y Resurrección de Cristo, está siempre centrada en la victoria de Jesús contra la muerte, que es la raíz de la victoria de María y de la nuestra al final. Pero la Eucaristía no es sólo catequesis de esta victoria, sino participación en ella: “El que come mi Carne y bebe mi Sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6,54). La Eucaristía que vamos celebrando a lo largo del camino de nuestra vida es el alimento, el motor y la garantía de que también para nosotros llegará esa asunción final a la vida gloriosa de Cristo, como la que celebraremos de María el próximo 15 de Agosto
Tomados de sus manos maternales digamos a una sola voz con Ella: “Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador.” (Lc 1,46-47).
Área de Evangelización – CEB