Desde la humildad de Belén hasta el encuentro lleno de vida entre María e Isabel, se nos recuerda que cuidar la creación es responder al amor divino. En este domingo cuarto de Adviento acojamos esta Palabra que nos anima a ser custodios de la casa común con gratitud y compromiso.
PRIMERA LECTURA
La profecía de Miqueas 5, 1-4a nos habla del nacimiento humilde de un líder en Belén, pequeña entre los clanes de Judá, que traerá paz y guía al pueblo con la fuerza y majestad de Dios. Además, nos invita a reconocer que la grandeza puede surgir de lo pequeño y sencillo, como ocurre en la creación misma. Cuidar la casa común implica valorar incluso lo más humilde y aparentemente insignificante, pues todo tiene un lugar y un propósito en el plan de Dios. Los elementos clave de esta lectura, como la tranquilidad, la paz y la unidad, nos animan a proteger la biodiversidad, a vivir en armonía con la naturaleza y a trabajar por un mundo en el que todos puedan habitar seguros.
SALMO RESPONSORIAL
“Restáuranos, Señor del universo” Este clamor del salmo nos invita a abrir el corazón al poder transformador de Dios, que restaura la vida y renueva la creación. A ello, nos interpela a ser colaboradores en la obra de restauración que el Señor inicia. La imagen de la vid, plantada y fortalecida por la mano divina, nos recuerda la fragilidad y belleza de la naturaleza, que necesita de nuestro cuidado para crecer y dar frutos. Identificamos elementos claves como la necesidad de preservar lo que Dios ha plantado y fortalecer lo que aún es retoño, lo que nos anima a proteger los ecosistemas y restaurar aquello que hemos dañado.
SEGUNDA LECTURA
La carta a los Hebreos 10, 5-10, nos presenta a Cristo como el modelo de entrega total a la voluntad de Dios, quien no busca sacrificios externos sino un corazón dispuesto a cumplir su plan. Sobre todo en cómo nuestra relación con la creación debe ser expresión concreta de esta disposición de hacer la voluntad divina. La frase «me has dado un cuerpo» resalta la dimensión encarnada de nuestra existencia, recordándonos que cuidar de la creación es cuidar también de nosotros mismos y de los demás, ya que somos parte de la obra de Dios. Elementos clave como la abolición de rituales vacíos nos desafían a actuar de manera coherente, promoviendo estilos de vida sostenibles, evitando el desperdicio y respetando la biodiversidad.
EVANGELIO
El encuentro entre María e Isabel en el Evangelio de Lucas 1, 39-45, nos invita a contemplar la alegría que brota de la fe, la solidaridad y el reconocimiento de la presencia divina en lo cotidiano. En clave ecológica, este relato nos anima a cuidar la creación como una expresión de nuestra fe y gratitud a Dios. María, que parte sin demora hacia un pueblo de montaña, nos recuerda la importancia de acercarnos a la naturaleza y valorarla como lugar de encuentro con el Creador. El salto de alegría del niño en el seno de Isabel refleja cómo toda vida, incluso en sus etapas más vulnerables, es digna de ser protegida y celebrada. Elementos clave como la solidaridad entre estas mujeres y la acción del Espíritu Santo nos inspiran a construir relaciones de cuidado mutuo, extendiendo ese amor hacia nuestra casa común. Cuidar la creación es una forma concreta de vivir la fe que María encarna al creer y actuar según la voluntad del Señor.
A MODO DE CIERRE
Proteger la biodiversidad, restaurar lo dañado y vivir en gratitud son acciones concretas que nos permiten participar en la obra creadora de Dios. Como nos recuerda el Papa Francisco: “La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común” (Laudato Si’, n. 164). Que esta reflexión nos anime a actuar con esperanza y compromiso, siendo signos vivos de la paz y la armonía que Dios quiere para toda su creación.
Por E. Marcial Riveros Tito
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