Las lecturas para este domingo II de Adviento en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción nos invitan a abrir el corazón al plan de Dios que transforma y renueva, llamándonos a participar activamente en el cuidado de la Creación. Desde la promesa de justicia en el Antiguo Testamento hasta el «sí» generoso de María en el Evangelio, encontramos un llamado a la esperanza, la gratitud y el compromiso. Profundicemos estas palabras que nos inspiran a cuidar la obra del Creador con humildad y responsabilidad, reconociendo en la Creación una manifestación de su amor y una misión confiada a nuestras manos.
PRIMERA LECTURA
El relato del Génesis 3, 9-15.20 nos sitúa en el origen de la ruptura entre el ser humano y la creación, cuando el hombre y la mujer desobedecen el mandato de Dios y alteran la armonía del jardín que Él les había confiado. La pregunta de Dios, «¿Dónde estás?», resuena hoy como un llamado a tomar conciencia de nuestra responsabilidad hacia la casa común. En clave ecológica, este pasaje nos invita a reconocer las consecuencias de nuestras acciones sobre el medio ambiente y a asumir un compromiso de conversión. Identificamos elementos claves como el cuidado de la biodiversidad, representada en el jardín, y la necesidad de restaurar la relación de confianza con la creación, evitando actitudes de dominación y explotación. Reconocer a Eva como la madre de todos los vivientes nos recuerda la interconexión de toda la vida en el planeta y nos anima a cuidar de la tierra como un acto de reconciliación con Dios, con los demás y con la naturaleza misma.
SALMO RESPONSORIAL
“Canten al Señor un canto nuevo, porque él hizo maravillas”. Este llamado del Salmo 97 nos invita a maravillarnos ante la obra creadora de Dios y a responder con gratitud y acción. Porque cantar un canto nuevo significa renovar nuestra relación con la creación, reconociéndola como expresión de las maravillas divinas. La justicia y fidelidad que Dios ha manifestado ante las naciones nos inspiran a actuar con justicia hacia la tierra, protegiendo su belleza y sus recursos para las generaciones futuras. Los confines de la tierra, testigos del triunfo de Dios, nos recuerdan la interconexión de todo lo creado y nuestra responsabilidad de cuidarlo como custodios fieles. Que nuestra vida sea un canto nuevo que proclame el amor de Dios, cuidando la casa común con alegría y compromiso, y reflejando la armonía que Él desea para toda la Creación.
SEGUNDA LECTURA
La carta a los Filipenses 1, 4-11 nos anima a colaborar con alegría en la obra de Dios, reconociendo que Él lleva a plenitud todo lo que ha iniciado. Esta colaboración se extiende al cuidado de la Creación, que también es parte de la misión del Evangelio. El llamado a crecer en amor, conocimiento y comprensión nos impulsa a discernir lo que es mejor para proteger y restaurar nuestra casa común, optando por estilos de vida sostenibles y acciones responsables. Ser «puros e irreprochables» en el Día de Cristo implica asumir nuestra vocación de custodios de la Creación, dejando frutos de justicia para las generaciones futuras.
EVANGELIO
El anuncio del ángel a María en el Evangelio de Lucas 1, 26-38 nos invita a contemplar la grandeza de Dios que actúa en la sencillez de la creación y la apertura del corazón humano. En clave ecológica, María, «llena de gracia», nos inspira a reconocer que toda la creación está llena de la gracia de Dios, destinada a ser custodiada y protegida. Su “Sí” al plan divino nos desafía a dar nuestro propio “sí” al cuidado de la casa común, colaborando con el Espíritu que renueva la faz de la tierra. Elementos como la humildad de Nazaret y la acción del Espíritu Santo nos recuerdan que, aun desde lo pequeño, nuestras acciones pueden contribuir a grandes transformaciones. María, como madre de Jesús, nos enseña a proteger y nutrir la vida en todas sus formas, respondiendo con fe y compromiso al llamado de Dios para preservar la creación, porque «no hay nada imposible para Dios».
A MODO DE CIERRE
En este domingo, la Palabra de Dios nos llama a renovar nuestro compromiso con el cuidado de la creación, reconociendo en ella un reflejo del amor, la justicia y la fidelidad de Dios. Desde el jardín del Génesis hasta el «sí» de María, somos invitados a asumir nuestra vocación como custodios de la casa común, colaborando con el plan divino de restaurar la armonía de toda la Creación. El llamado a actuar con gratitud, responsabilidad y esperanza nos desafía a dejar frutos de justicia para las futuras generaciones y a vivir como testigos del Evangelio en la protección de nuestra tierra. Como nos recuerda el Papa Francisco: «La humanidad tiene aún la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común» (Laudato Si’, n. 13). Que este mensaje inspire nuestras acciones y nos motive a cuidar con amor lo que Dios nos ha confiado.
Por E. Marcial Riveros Tito