DOMINDO 30 DURANTE EL AÑO LITÚRGICO (CICLO B)
PRIMERA LECTURA: Jr 31, 7-9. Traigo a ciegos y lisiados llenos de consuelo.
Las palabras del profeta, aunque dirigidas, primeramente, al Reino del Norte, que expresan la esperanza de la restauración, fueron aplicadas a todo Israel después de la gran deportación a Babilonia. El pueblo es invitado a la alabanza porque Dios ha realizado una gran obra salvífica. Dios congrega a su pueblo que estaba disperso y le trae de regreso a su tierra. Los que normalmente estarían impedidos para caminar: ciegos y lisiados, mujeres embarazadas y parturientas, son objeto de especial cuidado por parte de Dios. Así se manifiesta una vez más el amor paternal para Israel, su primogénito: «Yo soy un Padre para İsrael y Efraim es mi primogénito».
SEGUNDA LECTURA: Hb 5, 1-6. Tú eres sacerdote para siempre según la orden de Melquisedec.
El sacerdote del Antiguo Testamento, era pecador como todos los hombres, ofrecía sacrificios por los pecados del pueblo y por sus propios pecados. En cambio, Jesús se hizo solidario con todos los hombres por amor, pues Él no cometió pecado y se ofreció a sí mismo por los pecados ajenos. Otro rasgo que interesa al autor sagrado de este escrito, es la vocación. Nadie puede arrogarse el honor de ser sacerdote si no ha sido llamado por Dios. Él es quien llama de una manera libre; el mismo Cristo no se llamó a sí mismo, sino que Dios lo llamó cuando determinó que la naturaleza humana fuese asumida por su Hijo Jesucristo. Éste es consagrado Sacerdote en el momento de la Encarnación. El autor se refiere a este único acontecimiento marcando la diferencia entre el sacerdocio de Aarón, pasajero, y el de Melquisedec, destinado a permanecer.
EVANGELIO: Mc 10,46-52. Maestro, que yo pueda ver.
El proceso de discipulado está marcado por la escucha de Jesús, su acogida, el grito de fe, la superación de obstáculos. A menudo, en el camino hacia Jerusalén, los discípulos han mostrado su dificultad para comprender a Jesús y su camino, lo siguen llenos de temor, quieren los mejores lugares. En cambio, el ciego proclama: «Jesús, Hijo de David», suelta el manto para incorporarse exultante, sigue a Jesús camino de Jerusalén. El ciego aparece como el ejemplo de discípulo. Se informa sobre Jesús, vence las dificultades de acceso, deja lo que tiene, sigue a Jesús hasta Jerusalén, el lugar de la crucifixión. Ha pasado de la tiniebla a la luz, del borde del camino al interior del camino, de sentarse pasivo a la espera de una limosna a levantarse dinámico, dueño de su propia vida.
Preguntas de reflexión:
Mi vida cristiana ¿se apoya en los milagros de Jesús o en la fe y amor que le profeso?
¿Qué enseñanzas me da Bartimeo sanado para ser un discípulo fiel y valiente de Jesús en todas las circunstancias de la vida?
Hoja Dominicial «Día del Señor»