4 noviembre,2024
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“La casa como centro de evangelización” Hch 18,1-11

Encuentros de formación misionera en torno a Hechos de los Apóstoles

Texto: Hechos 18,1-11

Pablo salió de Atenas y se dirigió a Corinto. Allí encontró a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y a su mujer Priscila, que habían llegado hacía poco de Italia, porque Claudio había expulsado de Roma a todos los judíos. Pablo fue a verlos y, como eran del mismo oficio, se alojó en su casa para trabajar: eran fabricantes de tiendas de campaña.

Todos los sábados Pablo discutía en la sinagoga, intentando convencer a judíos y paganos. Cuando Silas y Timoteo bajaron de Macedonia, Pablo se dedicó a predicar, afirmando ante los judíos que Jesús era el Mesías. Pero, como se oponían y lo injuriaban, se sacudió el polvo de la ropa y dijo: “Ustedes son responsables de su sangre, yo soy inocente: en adelante me dirigiré a los paganos”.

Saliendo de allí se dirigió a casa de un hombre religioso, llamado Ticio Justo, que vivía junto a la sinagoga. Crispo, jefe de la sinagoga, con toda su familia, creyó en el Señor y también muchos corintios que lo habían escuchado creyeron y se bautizaron. En una visión nocturna el Señor dijo a Pablo: “No temas, sigue hablando y no te calles, que yo estoy contigo y nadie podrá hacerte daño, porque en esta ciudad tengo yo un pueblo numeroso”. Pablo se quedó allí un año y medio enseñándoles el mensaje de Dios.

Estudiando y meditando

Una nueva etapa en el viaje misionero de Pablo es Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, una ciudad comercial y cosmopolita, gracias a la presencia de dos importantes puertos, con población romana y latina, y que tenía mala fama por su inmoralidad y sus fuertes contradicciones de clase.

El apóstol Pablo encuentra hospitalidad con un matrimonio, Áquila y Priscila (o Prisca), obligados a mudarse de Roma a Corinto después de que el emperador Claudio decretase la expulsión de los judíos (cf. Hch 18,2).  Áquila y Priscila demuestran que tienen un corazón lleno de fe en Dios y generoso con los demás, capaz de dar cabida a quienes, como ellos, experimentan ser forasteros. Se olvidan de sí mismos y practican el arte cristiano de la hospitalidad abriendo sus puertas a Pablo.

Pero no solo se hospeda el Apóstol, sino también al anuncio que lleva consigo: el Evangelio de Cristo, desde ese momento en adelante su casa se impregna del perfume de la Palabra “viva” (Hb 4,12) que vivifica los corazones.

Esta casa, centro de evangelización, abre sus puertas a otros hermanos en Cristo, la “comunidad que se reúne en una casa” se convierte en una “casa de la Iglesia”, un lugar de escucha de la Palabra de Dios, de celebración de la Eucaristía y de atención a los necesitados.

Profundizando

El Apóstol tiene una visión, el Resucitado le dice que no tenga miedo, “yo estoy contigo”. La visión de Pablo muestra la presencia permanente de Cristo resucitado en la Iglesia y en la misión. Esta presencia confiere a la Resurrección un carácter histórico y a la Iglesia un carácter escatológico. Cristo resucitado está vivo en el corazón mismo de nuestra historia, y por eso mismo la Iglesia es una comunidad escatológica, es decir, vive ya en su ministerio la realidad última de la nueva creación de Dios.

 “Una casa es una iglesia doméstica, donde vivir la comunión y ofrecer el culto de la vida vivida con fe, esperanza y caridad. Tenemos que rezar a estos dos santos: Áquila y Prisca, para que enseñen a nuestras familias a ser como ellos: una iglesia doméstica donde hay humus para que la fe crezca” (Papa Francisco, Catequesis, 2019).

El texto también nos enseña el sentido comunitario de la misión, la casa-Iglesia doméstica acoge a la comunidad cristiana, y juntos acogen la Palabra, la celebración eucarística y la atención a los más necesitados.

Reflexionemos

¿Qué pasos pueden dar nuestras familias para hacer que sus hogares sean Iglesias domésticas?

¿Qué podemos aprender de la experiencia de los primeros cristianos que convirtieron sus casas en templos para anunciar el Evangelio?

Celebrando

  1. Leemos nuevamente el texto bíblico. Después de un momento de silencio, compartimos la frase del texto bíblico que más nos llama la atención y cómo la asumimos en nuestra vida.
  2. Orar con la Oración a la Sagrada Familia de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia.
  1. Se hacen peticiones espontáneas.
  2. Cada uno expresa un compromiso de vida.

Preparando el próximo encuentro

En el próximo encuentro reflexionaremos en torno a Hechos 2,42-47 y 20,7-12, sobre la identidad de la comunidad en torno a la fracción del pan (Eucaristía).

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